Revista Talentos

Tormenta en el desierto

Publicado el 10 agosto 2015 por María José Luque Fernández @sonrisasdecamaleo
Tormenta en el desierto

El rugir del viento azotaba la tienda, sin tregua desde la tarde anterior, la tormenta sé desató y lo cubrió todo. La ciudad no estaba, solo el pico de la pirámide se vislumbraba. Fantasmas.......

Los finos granos de arena se metían por todos los recovecos,  hacían daño.  El viento los lanzaba con fuerza y se incrustaban en la piel. Era tremendamente doloroso. Los rayos del sol ni tan siquiera tenían la fuerza necesaria para levantar el día.  Aquello parecía un pueblo fantasma. No se oía ruido alguno,  no se vislumbraba ni tan siquiera una sombra. Nada....
Sus ojos color miel quedaron sumidos en las tinieblas. Sus labios parecían flotar. Sus finos dedos rasgaban el aire intentando sonsacarle, gemidos al viento, música para sus oídos. Aguzó los sentidos.  
Jamás había conseguido arrancar a su piano semejante melodía. Se abstrajo, intentó integrarse, fundirse  con el momento. Quería recordar aquellos lindos acordes, aún a sabiendas de que la tarea que se proponía era poco menos que  imposible,  inalcanzable  meta. Sus ojos cerrados. Arrugas en  su frente.      
Deseo, eso era, aquellas notas musicales que la misma vida, la naturaleza  desprendía musicalidad. Su amigo siempre lo comentaba. La música está ahí conviviendo a cada momento con nosotros.  Sólo hay que pararse a escucharla. Lo recordó con pena. Él estaba tan lejos de allí, de ella.

Deseó verle.  El sueño la venció, la sedujo, se rindió a pesar del intenso miedo que se palpaba en la soledad del momento.
Despertó bruscamente desorientada, le costó ubicarse nuevamente. Eran ya muchas horas sin  ingerir ningún alimento,  apenas unos sorbos de agua.  La tormenta estaba durando demasiado tiempo.
Algo extraño estaba ocurriendo y no sabía porque,  pero no tenía buenas vibraciones.  Había vivido muchas tormentas de arena,  pero esta era distinta.
Decidió no perder la calma, necesitaría todos sus sentidos en alerta por si acaso. Discurrían las horas despacio, tristemente.
La tienda   ya apenas se bamboleaba. Pero no había prisa esperaría un poco más,  antes de ver en que situación se encontraba. A pesar de ser una persona con un carácter pausado, no podía evitar sentirse intranquila, le temblaban las manos.
Dormitó un rato más aunque en alerta, cuando se animó a ponerse en pie, se mareo.  Fue muy brusca.  Se sentó un poco y cuando sintió calor de nuevo en sus mejillas,  volvió a intentarlo, esta vez más despacio.  Cogió aire con fuerza lo sintió en sus pulmones.  Expiró y con paso firme  se acercó a la entrada de la tienda.
Sin prisas,  pero si con miedo y sobre todo con mucha prudencia, quito los cierres, subió la cremallera y volvió a respirar antes de salir al exterior,  no sabía que podía encontrarse.
Tuvo que frotarse los ojos,  es un sueño,  aún estoy dormida, se decía mentalmente durante segundos que le parecieron interminables. Pero no,  era la realidad del momento.
Se acercó muy despacio con sigilo, como si formarán parte de ese sueño del que no quería  despertar...

Contuvo la respiración ¡Dios! Exclamó. Noe no era nada creyente pero no concebía en ese momento otra palabra para expresar lo que sentía,  lo que creía estar viendo. Casi se le escapó de entre sus labios como un suspiro.

Alzó su mano despacio con cuidado y tocó su piel protectora gruesa, áspera. La rodeó sin dejar de mirarla, intentando asimilar aquella intrusión,  sin llegar a estar totalmente convencida de no encontrarse  sumida en un profundo, extraño sueño.
Aquello se movió  se balanceaba, mejor dicho intentaba desplazarse sin éxito alguno.
¡Córchalas! ¡Dios!  Expresiones por doquier salían de su boca. Patas 4, muy cortas ¿ Que hacia allí en medio de las dunas una enorme tortuga.....?  Pero aquello no era lo único que iba a sorprenderla.
Un crujido, un fuerte olor a mar…  Algo estaba intentando escapar de la duna, justo bajo la tortuga……
¡Un águila calva, la más grande del mundo!. Noe ya ni se inmutó, sus pupilas estaban aún dilatadas, y tardarían un poco, en volver a la normalidad, ¿Qué estaba ocurriendo?
Y de repente cogió altura y desapareció en el horizonte igual que había llegado, a través de la tormenta, buscando su destino……
Y Por supuesto se llevó en sus garras la tortuga….. ¡Pobre! ¿Cuál sería su destino?
Un crujido fuerte la despertó de aquella alucinación, se movió despacio, con desgana y allí estaba……
Eh!!! Muchacha,  ¡Aquí!  Es que estas ciega?  El sol producía una especie de neblina,  pero no era espejismo.
Un tuaregs la llamaba a gritos en aquella inmensidad en la que se encontraba, perdida. Y ahora, ¿Qué querría este habitante del desierto?.
Sintió como sus piernas corrían sin  parar hacía la tienda mientras resonaban en su cabeza los gritos, ¡Muchacha!, Otra vez aquel malestar, sin duda, no era su mejor día.
Le faltaba el aire, sus labios llenos de arena, su piel ardiendo…. Otra vez la tormenta, ¿Cuándo acabaría aquella pesadilla?  El viento la azotaba el rostro, le agarraba las piernas impidiendo su avance, no podría escapar nunca, ¿Dónde estaba la tienda?
Ahora, el pánico era total, no sabía que hacer ya, se dejó llevar por aquel tuaregs que le ofrecía la mano…….Despertó inquieta en una tienda distinta, blanca, amplia, llena de tuaregs, de provisiones. Se sentía instigada, todos los ojos la contemplaban.La ayudaron a sentarse, ofrecieron agua y le contaron un largo cuento, ¿De qué? De una muchacha perdida largo tiempo en el desierto, tras una  tormenta de arena, insolación, alucinaciones……….......Texto de María José Luque Fernández.Fotografía de Internet.

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