-¿Es porque te traicioné o porque fue con Alfonso? -dijo Julieta.
Los ojos de Javier se posaron en los de ella, resbalaron con las lágrimas en su cuello y le acariciaron los pechos. Ese rostro tan hermoso, ahora descuadrado, le partía el alma y le quemaba las entrañas. Un vacío se formó en su pecho y rebosó poco después con amargura.
-Porque me obligas a odiarte -respondió.
La habitación se impregnó entonces de un olor a pólvora y sangre.