Personaje característico de la Europa medieval, se denomina juglar al artista callejero que deambulaba ofreciendo su espectáculo por los diversos pueblos con suerte diversa. Algunos eran contratados por los nobles a fuerza de talento y durante un tiempo gozaban también de techo y comida a cambio de animar las fiestas; otros debían resignarse a recibir sólo algunas monedas para subsistir pese a las dotes artísticas que los caracterizaban.
El juglar era multifacético y destacaba tanto en canto como en recitado, en baile y en actuación, en malabarismo y acrobacias. Con el tiempo las habilidades del juglar se asimilaron a las del trovador, a la manera de los cantautores contemporáneos; lo cierto es que el término remite a un artista nómade, errante y transmisor de la música popular, con un sello autodidacta que requería de talento innato.
En el Bar El Argentino, territorio de vampiros, artistas populares, ritmos musicales y clases de milonga entre otras actividades, un juglar hizo su aparición para deleite del público variopinto que allí se había dado cita. Una mesa integrada por varias personas de sexo femenino, incluida la mía, fue tal vez la más entusiasta, porque mi querido Riki precedió en actuación a Brian Chambouleyron, trovador del siglo XXI.
Músico, cantante, actor, Chambouleyron es tan multifacético como aquellos artistas medievales y su ductilidad le permite transitar desde Carlos Gardel hasta Víctor Jara, desde el fox-trot hasta los clásicos italianos como Doménico Modugno, desde el folklore argentino hasta alguna canción francesa, país del que resulta oriundo aunque Buenos Aires es su lugar en el mundo por adopción.
Tan amable como talentoso, Chambouleyron oscila sin dificultad alguna entre los diversos géneros musicales con la seguridad descontracturada de aquellos artistas medievales, de los que resulta digno heredero. Como corolario y recuerdo adquirí el CD que compila la diversidad de sus interpretaciones y se titula Juglar: no podía ser más acertada la referencia.
Aquelarre de luna negra
El pasado viernes, en el cielo nocturno la presencia omnipresente de la luna se encontraba velada por la sombra de la Tierra en su parte iluminada, tornándola invisible: el fenómeno de la luna negra, en este caso precedida por la primera luna nueva del mes que aparecía como un anillo de fuego a consecuencia del eclipse solar, trajo consigo un tiempo adecuado para la introspección y la conexión con los aspectos sabios que residen en el inconsciente.
A pesar de la connotación inquietante que se ha asignado al fenómeno, lo cierto es que la luna negra es un período en el que la energía encuentra un cauce para desarrollarse y dar rienda suelta a los proyectos, los sueños y las potencialidades más recónditas, que han aguardado el momento oportuno para aflorar y comenzar a expandirse.
La luna oscura implica la relación con lo absoluto, con el aspecto oracular y sacro que requiere desapego, transmutación de los aspectos densos que necesariamente precisan dejar de lado la influencia del yo. La estructura compacta del ego no resulta compatible con la energía de esta etapa lunar, que incentiva la conexión con aspectos proféticos reencontrados en soledad o en pequeños círculos de personas, preservados de las miradas profanas.
Nosotras, reunidas en viernes de aquelarre presidido por la sabiduría de la luna oscura, cumplimos con los ritos oraculares a la luz de la candela elaborada por Ale. El contenido del acontecimiento debe permanecer velado como lo señalaban nuestras ancestras, a imagen y semejanza de la discreción característica de la luna negra.
Estela de iris
Iris, una virgen bella dotada de alas doradas, era según consigna Homero en la Ilíada quien cumplía el rol de mensajera de los dioses, a la manera de Hermes. También era el símbolo del fin de la tormenta, la encarnación del arco iris que representaba el acuerdo entre los dioses y los seres humanos. La flor de iris fue la inspiración para el emblema adoptado por la monarquía francesa, la emblemática flor de lis.
En perfumería, las races de iris deben ser trituradas y destiladas al vapor para obtener una pequeña cantidad de esencia: un procedimiento complejo que explica el elevado precio de los productos que lo utilizan en su composición, para lograr la nota empolvada y seca de una violeta con tinte amaderado.
Iris Bleu & Iris Blanc de L´Occitane es una fragancia con notas corazón a puro iris azul e iris blanco, con notas de fondo de almizcle y una salida cítrica levemente perceptible. Aquí el iris azul de Grasse se fusiona con el iris blanco del Mediterráneo para sintetizar una estela persistente, exquisita y aterciopelada.