Revista Diario

Un lugar en la cocina

Publicado el 17 octubre 2011 por Mamenod

imagenes para bloggerHubo un tiempo en el que las mujeres ocupaban el lugar queles correspondía en la cocina. Así estaba decidido por sistema o poruna costumbre que a fuerza de insistir se entremete entre la piel de las personasy contamina el cerebro con un virus tan letal que si se une a la ignorancia puede ser una enfermedad de las mortales para el alma.En ese tiempo que ahora nos parece lejanísimo y que encambio todavía coletea, ser del género femenino conllevaba en su esencia elpapel de esposa y madre y el segundo plano respetable de quien no podía osarhacer sombra, ni aun mereciéndolo, al señor de cada casa.Para muchas la vida transcurrió de forma plácida, tampocohay que hacer de las cosas un gran drama, porque no sabes lo que te pierdes de loque nunca has tenido e incluso para más de una y más de dos resultaba unprivilegio presentarse a los demás como señora de…anulándose a ella misma elapellido y olvidando que hubo una vez que fue otra persona, cuando todavía lucíajunto a su nombre el vínculo que le unía a la familia en que nació y a la madre que la enseñó a ser señora.Fueron tiempos en los que no se pensaba en trabajar fuera decasa y si por casualidad o circunstancia, alguna había hecho sus pinitos como secretaria, costurera o florista a la sombra de un respetado señorque hacía de jefe, era tiempo de dejarlo en el momento mismo en que se daba elsalto al matrimonio, que no era de mujer decente salir de casa sin el brazo delmarido.Qué diferente es ahora la vida y qué dura también. Resultaque nos han dicho por activa y por pasiva que todo eso se acabó. Nos han idomoldeando con el ritmo de los tiempos y hemos contado a nuestras hijas que yano son la sombra de nadie, que pueden y deben salir a comerse el mundo y que nohay o no debe haber diferencias entre un hombre y una mujer. Pero de repente llega la crisis, la economía mundial sehunde y la cultura, como los derechos sociales y la independencia femenina danun salto atrás. Ayer mismo leía en un medio de comunicación las cifrasdesoladoras del paro, cuantificando la situación en hombres “cabeza de familia”con mujeres y niños “dependientes”. Como si fuera fácil aceptar esa palabra ycomo si resultara cómodo para nosotras renunciar al esfuerzo tonificante delevantarte cada mañana con un deber que cumplir, remunerado y diferente algesto rutinario y cansino de planchar la ropa. Y es que no hay trabajo que no seadigno cuando se hace para sentir que eres útil, pero es evidente que no haynada más ingrato que pasarte los días y los años esperando con la casa limpia yla comida puesta a que sean los que vienen los que te cuenten como anda laguerra ahí fuera.No quiero parecer una feminista exarcebada porque nunca mehan gustado los extremos, pero es lícito luchar por lo que es justo. He llegadoa oír que hay muchas mujeres que están muy cómodas en el paro, a las que lesencanta ir al cole a dejar a los niños y echar unos ratos de risas y café. Peropor ahora sigo siendo una de ellas y quiero decirle muy clarito al que lopiense que ha debido de perderse entre las ramas y que el bosque de prejuiciosen el que está no debe de dejarle ver el claro.Hay veces, es verdad,  que no se puede luchar contra molinos y puedeque te pases una vida esperando una oportunidad que nunca llega, pero lo que escierto es que puedo dar fe de que a  todoel mundo le gusta mirarse sin pudor en el espejo y tener la sensación de que nogastó su vida en el intento. Feminista, además dedemagoga…vaya tela…
UN LUGAR EN LA COCINA

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