Iván de la Nuez
Preguntada por su doble condición de artista y cineasta, por ese zigzag constante entre filmar y fotografiar, Agnès Varda le quitó importancia a un dilema que consideraba falso. Para uno u otro empeño, dijo, sólo se necesitan tres cosas: «una computadora, una cámara y un gato».
Basta con el objeto y la inspiración, lo concreto y su misterio, la técnica y lo irracional para armar cualquier obra.
Valga, pues, su frase como título de esta exposición. Valga la exposición como homenaje a ese testamento. Valgan cada una de las piezas aquí reunidas para evaporar los lindes entre uno y otro mundo.
Y valga el nuevo territorio que consigan fundar después de haber borrado esas fronteras.
La presencia del arte en el cine dura ya cien años. Ahí tenemos las películas silentes de Chaplin o Buster Keaton para ver reflejados los avatares de esos artistas, tercos y pobres, que siempre lo intentaban por más que siempre fracasaran. Ahí el protagonismo de Da Vinci, Caravaggio, Van Gogh, Picasso, Pollock, Frida Kahlo o Basquiat en la historia del cine. Basta un vistazo a una película reciente como The Velvet Buzzsaw para entender hasta donde ha llegado esta deriva.
Tampoco es desdeñable el camino contrario, esa invasión del cine al arte que es igualmente intensa. De Magritte a Dalí, de Warhol a Carlos Saura, de Edward Ruscha a Francis Bacon el mundo del arte le ofreció cobijo a Marilyn Monroe o Mae West, Brigitte Bardot o Mickey Mouse, Mack Sennet o los tejemanejes de Hollywood.
En esta segunda línea se inscribe Una computadora, una cámara y un gato. Una exposición que tantea, desde un display sencillo, la apropiación del cine por el arte. Aunque no sólo en lo epidérmico, sino también en los mecanismos cinematográficos invisibles que construyen cada una de estas piezas que, en principio, no parecen exactamente «cine».
Así la fotografía de la propia Varda, que a su vez homenajea a la cineasta cubana Sara Gómez. O los dibujos de Requer invocando a Eisenstein en Oktober, volviendo a enfocar su relato de la revolución bolchevique. O Stan Douglas, en cuya pieza Solitaire persevera un cineasta-artista y que antes había retomado a Tomás Gutiérrez Alea en clave de Borges, desplazando Memorias del subdesarrollo en el tiempo y entregando una obra que es la misma y otra a la vez. O Txuspo Poyo convirtiendo el cine en material narrativo y a la vez constructivo de sus piezas. O Barbara Hammer fundiendo cine y videoarte en sus relatos pioneros. O a Joan Fontcuberta captando, por una parte, el lugar de las fotógrafas en la pornografía y, por otra, la inevitable «pornografización» en que ha caído la fotografía…
Una computadora, una cámara y un gato es un intento de acoger el cine en el arte, de remover un poco el estatus de ambos y de convertir su exposición en otra cosa. Quizá en un espacio intermedio entre un cine y una galería. O en el tráiler colectivo de unas películas que están por llegar.
ARTISTAS Y OBRAS
Agnès Varda: Cuba Series (fotografía) / Barbara Hammer: Superdyke (vídeo) / Joan Fontcuberta: Blow Jup (Fotografía + manipulación de Blow Up + cine porno) / Requer: Oktober (story board) / Stan Douglas: Solitaire (fotografía) / Txuspo Poyo: Anillo, Celuloide (técnica mixta).
(*) Una exposición para Cibrián Gallery, San Sebastián. Del 13 de septiembre al 16 de noviembre, 2019.