Revista Diario

Una semana lloviendo en mi corazón...

Publicado el 13 diciembre 2011 por Hada

Siempre conservaré en la retina de mi memoria aquella mañana de un peculiar mes de agosto. Llovía y hacía frío pese a hallarnos en pleno verano y mi sorpresa fue mayúscula cuando, al ir a ver cómo amanecía vuestra mami, observé aquel amasijo de cabezas y patitas que se movía y removía al fondo del nidal. Claro está que tal sorpresa no me cogió de improviso: desde que tu madre llegó a mí el 25 de Julio, os esperábamos con absoluta ansiedad. Y fuiste tú, mi bella gatita, quien de entre aquella masa de vida palpitante estiró su casi inexistente cuello y, girando la calva cabecita, supo que allí me encontraba yo, olisqueando el aire que nos separaba. Fuiste la primera en descubrirme y fuiste la primera en reconocerme.

Una de mis grandes penas hoy, cuando las lágrimas vuelven a anegar mis mejillas, es la de no haber sabido quién eras hasta después de tu marcha. Tú, a buen recaudo de la excesiva racionalidad humana, viniste hasta mí trayendo contigo a tu mami y hermanos. Más allá de las formas, de las vidas, del tiempo, de la memoria y de las despedidas, cumpliste a la perfección con la misión para la que naciste en esta ocasión. Y por eso te fuiste en cuanto todo estaba resuelto como debía ser y querías. Y por eso me entristece tanto no haberte descubierto a tiempo, mi fiel, leal y atemporal compañera.

Me dirás que son absurdos mi dolor y mi llorar para quienes se saben eternamente unidas y no dejas de tener absoluta razón,...como siempre. Pero es que la rabia me puede al darme cuenta de todo, cuando ya no puedo abrazarte contra mi pecho.

Hoy se cumple una semana de nuestra nueva despedida física y todavía no me he visto con fuerzas como para volver a acercarme hasta tu tumba.
Sé que andas muy cerca. Lo sé porque te siento.
Lo sé porque te vivo.
Lo sé porque andamos conectadas desde hace tanto tiempo...

Ojalá hubiese podido hacer más, mi princesa maulladora.
Ojalá mi obtusa mente hubiese sido capaz de comprenderlo cuando hace ocho días clavaste tu mágica mirada en mis pupilas y tu "adiós, amita, me voy, me tengo que ir, te quiero" clamó dentro de mi cabeza dulce, clara y rotundamente.
Ojalá te hubiese tomado en mis brazos entonces para volver a llenarte de besos, pero preferí que fuera él quien te disfrutase más, ya que sabía que no volveríais a veros.

Gracias por todo lo que nos diste en estos breves meses inciertos.
Gracias por tu alegría y dulzura, por tu entrega sin desaliento.
Gracias por ser mi principio y mi fin, mi más maravilloso ejemplo.
Gracias por traerles hasta mí y, así, salvarles la vida con tu silencio.

Hoy se cumplen siete días que retomaste el sendero eterno.
Espérame en un recodo del camino, mi vida, que cuando menos lo pensemos, a tu lado andaré de nuevo.
Y mientras, disfruta de todo lo que te suceda, aprende, goza, descansa,
descubre, sueña y crece, de forma infinita, como tu corazón tan tierno.

Te amo con toda mi alma, mi Lluvia.
Lo sabes.
Lo sé... Lo sabemos


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