Revista Diario

Una Triste Historia…

Publicado el 23 agosto 2013 por Historias De La India @HistoriasIndia

Headersad

LetraApúrate Dulce!—gritaba Marina desesperada—¡ya entraron los visitantes a la junta!

—¡Voy mujer!—la calmaba mientras ajustaba el tacón de mi zapato. Los había comprado en una rebaja dos semanas atrás y ya se estaban desbaratando.

Trabajaba en una compañía global que tenía sucursales en varios países Asiáticos. La delegación de la India había llegado para visitar nuestras instalaciones y se encontraban reunidos en la sala de juntas. Cuando Marina y yo entramos a la sala fuimos las últimas en llegar. La jefe del departamento nos lanzó una mirada glacial.

Un grupo de cuatro chicos morenos vestidos de traje y corbata se encontraban cómodamente sentados discutiendo asuntos de trabajo. Durante la reunión compartimos experiencias sobre las estrategias de mercado, el comportamiento de los consumidores y las grandes diferencias culturales que separaban el mercado Indio del mercado Latinoamericano. Al salir de la sala de juntas las chicas cuchicheaban sobre los chicos foráneos en el baño.

—¿Que te pareció el de corbata roja?—preguntaba la asistente de mi jefe, una rubia platinada cerca de la cuarentena.

—A mi me gustó el de corbata con elefantitos—respondía Alejandra, una morena divorciada con tres niños adorables.

—¡A trabajar chicas!—las despertaba Marina de sus sueños, siempre tan centrada y con los pies sobre la tierra.

Los dias sucesivos fueron muy interesantes. Aprendimos sobre la comida India, la cultura y sus tradiciones. Dos de los chicos eran casados aunque ninguno era mayor de 28 años. Lo cual dejaba solo dos disponibles para la jauría de mujeres desesperadas por conseguir una pareja para los tragos del fin de semana. Para el asombro de todos o mejor dicho, de todas, sólo los chicos casados aceptaron la invitación. Los otros dos solían actuar con timidez. Casi pedían permiso para respirar. Me causaba gracia pero también mucha curiosidad. La tarde del viernes me topé con Amit en la sala de copiado.

—Hola—dijo en buen español mientras me ofrecía el turno para sacar las copias

—Hola Amit, soy Dulce

—Si, recuerdo tu nombre

—¡Somos tantas chicas que pensé que no recordarías tantos nombres!

—Siempre recuerdo el nombre de la chica más bonita

Me sonrojé como colegiala desviando la vista hacia la máquina de café

—¿Deseas café?—ofrecí casi balbuceando

—No gracias, prefiero el té

—¡Oh! No tenemos té…

—Entonces puedo invitarte a tomar un té

—¿Eh?

—Disculpa ¿eres casada?  o… ¿tienes novio?

—No, claro que no, es sólo que no me lo esperaba…

—Pues bien, tú dime el dia y la hora

—Mmm…¿qué te parece mañana a las seis de la tarde? puedo recogerte en tu hotel.

—Muy bien

Al llegar a mi escritorio Marina escrutaba mis mejillas coloradas y arqueaba una ceja pícaramente. En retribución, yo le guiñaba un ojo.

La tarde del sabado me cambié de vestido no menos de cinco veces. El espejo me devolvía la imagen de una chica de estatura promedio, cabello largo color castaño claro, tez clara, pecas en las mejillas y esbelta figura. Había cumplido 27 años el mes pasado y llevaba a cuestas algunos fracasos amorosos. No me vestía con la intención de conquistar a Amit, me vestía para satisfacer mi autoestima. Me decidí por un vestido rojo frambuesa escotado en la espalda con mangas estilo princesa.

Recogí a Amit puntualmente a la hora acordada. Lucía guapísimo en una túnica azul celeste y pantalones de mezclilla desteñidos. Era un chico alto, de cabello negro peinado hacia atrás, ojos expresivos y mirada serena. Hice un breve recorrido por la ciudad, pasamos por el centro histórico, salpicado de sus antiguos edificios coloniales y estrechas callejuelas, la plaza de la bandera, la catedral de la ciudad, el museo de arte moderno y finalizamos en una popular calle de la ciudad, abarrotada de pequeños cafés al aire libre.

—¡Gracias, he pasado una tarde maravillosa!—me decía Amit emocionado

—Es un placer para mí presentarte un rincón de mi país…

Mientras oscurecía, los faroles de la ciudad eran testigos de nuestra animada conversación. Amit era único hijo varón y tenía una hermana menor en edad casadera. El tenía veinticinco años y ella veintitrés. Ambos eran profesionales. Sus padres se encontraban atareados buscando una pareja adecuada para ella y estimaban que la boda se llevaría  acabo a finales de ese año. Ellos eran de Mumbai, una gran ciudad en la India. Me sorprendió al contarme que su hermana debía casarse primero que él. Cada uno de sus relatos sobre su lejano país y sus costumbres eran como una nueva ventana que se abría ante mi imaginación. Y entre relato y relato nos fuimos enamorando. Durante el mes de su estadía lo recogía todas las tardes en su hotel o salíamos directamente desde la oficina a explorar la ciudad, su gastronomía escarbando nuestros corazones. El dia de su partida llegó una tarde lluviosa. Lo acompañé al aeropuerto haciendo planes para el futuro. Amit se empeñó que debía asistir a la boda de su hermana ese mismo año.

—Dulce, tienes que venir…

—No sé si pueda Amit, un pasaje a la India es muy costoso—respondí apenada

—Eso no es un problema, yo te enviaría el pasaje

Llegamos al aeropuerto. Después de registrar su equipaje nos sentamos en un banco apartado de la multitud y Amit se arrodilló frente a mi.

—Dulce…¿te casarias conmigo?—seguidamente sacó de su bolsillo una bolsita de tela que contenía un hermoso prendedor de oro en forma de rosa—espero que lo uses cuando nos volvamos a ver.

Las lágrimas rodaban por mis mejillas. Jamás esperé semejante declaración. Le dije que sí, lo abracé fuertemente, lo besé y le dije que nos veríamos pronto. Sus amigos lo llamaban desde la distancia haciéndole señas para que se apresurara. Lo ví alejarse lentamente.

Volví a mi rutina y al comienzo de una relación virtual. Los mensajes, las llamadas y las conversaciones online eran a toda hora. Mi madre se preocupaba a medida que pasaba el tiempo por temor a que en algún momento todo fuese una falsa ilusión.

—Dulce, querida mía, lleva las cosas con calma, te veo ansiosa hija.

Contábamos los meses, las semanas, los días y las horas de volvernos a ver. Me confesó que aún no hablaba con sus padres sobre mí por temor al rechazo inicial.

—Pocos padres aceptan a una extranjera por temor a romper con las tradiciones de los matrimonios arreglados, pero estoy seguro que te van a adorar cuando te conozcan—decía Amit con entusiasmo.

La fecha de la boda la habían fijado para el mes de Diciembre, lo cual era perfecto para mí ya que coincidía con mis vacaciones laborales.

—¿Qué vas a usar ese dia?—preguntaba mi amiga Marina

—No se, no lo había pensado…

—¡Debes lucir hermosa!

Esa tarde salimos de tiendas y me medí muchisimos vestidos. Amit me había comentado que la boda constaba de varias funciones y se usaba un traje para cada ocasión. Compré cuatro vestidos, dos trajes de noche y dos trajes casuales y los fui pagando por cuotas mensuales. También los zapatos y los accesorios para cada ocasión.

Por fin llegó el dia de mi partida. Preparé mi equipaje con sumo cuidado con una semana de antelación. Compré regalos para toda su familia. Ante el espejo del dormitorio me cepillé la larga cabellera y me pinté la raya de los ojos. Me esperaban muchas horas de viaje y quería ir cómoda. Escogí un pantalón blanco de mezclilla, una camisa azul, y mis viejas  sandalias. Mientras, iba haciendo un repaso mental de todo lo que llevaba en la mochila: los pantalones más holgados y frescos; un montón de camisetas; las otras sandalias, las de suela gruesa, para caminar lo que haga falta; el botiquín repleto de pastillas de nombres  impronunciables que hay que tomar para no contraer la malaria y otras enfermedades… También la loción contra los mosquitos. En otra mochila, más pequeña, he metido la cámara de fotos, una libreta, bolígrafos, el pasaporte, el libro de vacunas y los dólares. Me despido del balcón lleno de geranios de mamá y de los antíguos edificios de enfrente. Marina y mi madre me acompañaron al eropuerto y me desearon mucha suerte.

El avión despegó  y bajo nuestros pies todo va empequeñeciendo, hasta reproducir un dibujo puntillista de los que tanto me gustan. El viaje fue muy largo. El vuelo de conexión en Frankfurt se demoró y pernocté en el aeropuerto esa noche. Estaba preocupada ya que no tenía manera de avisarle a Amit sobre el retraso. Su celular estaba apagado. Llamé a Marina y le pedí que le enviara un email.

Finalmente aterricé en Mumbai al dia siguiente. Pasé el área de inmigración, recogí mi equipaje y salí al exterior del edificio. Cientos de personas aguardaban detrás de unas rejas. Buscaba entre la multitud el rostro de Amit y no lo encontraba. Identifiqué mi nombre entre uno de los carteles que sostenía un hombre flaco y desgarbado. Le hice señas con la mano y se apresuró a tomar mi equipaje.

—¿Madam? ¿Dulce Maria?

—Si—contesté

El hombre asintió y se disculpó por su desconocimiento del inglés.

—¿Amit viene?—pregunté

—Más tarde madam…

Lo seguí hasta su taxi y me llevó al hotel. Cruzamos la ciudad y desde los cristales de las ventanillas me agotó ver tanta pobreza… El choque de sensaciones es tan desgarrador que no fui capaz de descifrar el mensaje que transmite. Todo está impregnado de una concepción de la vida y la muerte como sucesión, como un círculo. Nada tiene la desmedida importancia que nosotros le atribuimos. Mumbai, la gran Mumbai de Amit…

Pensé que Amit me esperaría en el hotel pero tampoco fue así. Quise pensar que estaba muy ocupado, era horario laboral, tal vez había pedido el día anterior libre y hoy no pudo venir a recibirme. ¡Oh! un momento…no, ayer era Domingo. Tal vez, solo tal vez. Creo que estaba nerviosa, era mi primera vez en suelo extranjero. Subí a mi habitación a descansar, estaba molida, el jet lag comenzaba a causar estragos y me quedé profundamente dormida. Desperté al dia siguiente y llamé a la recepción del hotel. Había un mensaje de Amit pidiendo que le marcara a su celular y así lo hice.

—¿Dulce?

—¿Amit?

—¿Como estas?

—Agotada y desesperada por verte…¿qué paso ayer? ¿recibiste el email sobre mi retraso?

—Si, claro que si…es largo de explicar—dijo en tono sombrío y ya comenzaba a preocuparme

—¿Te veré hoy?

—Si, claro, esta noche te recogeré para cenar.

—¿Esta noche?

—Asi es, ahora no es posible..

No quise ser insistente, después de todo no sabía que clase de inconvenientes se le podían haber presentado. Decidí salir a caminar, tomé un taxi y me dirigí a un mall cercano. Todo lucía tan diferente, la gente, su vestimenta, el ruido, el caos, los aromas…

Amit llegó con la noche y un montón de preguntas se agolpaban en mi mente. Bajé al lobby del hotel y nos abrazamos largamente, nada de besos ni demostraciones amorosas.

—¿Qué pasa, no deberíamos estar alegres?—pregunté mientras entrábamos a un restaurant

—Ven, mejor siéntate—dijo Amit mientras ordenaba la cena. Mi sexto sentido estaba en estado de alerta

—Dulce—hizo una pausa—no será posible que asistas a la boda de mi hermana

—¿Porqué?

—Por que mis padres no quieren conocerte

No supe que decir…¿Amit bromeaba?

—¿Y porqué decírmelo ahora que estoy aquí?

—Quería verte…no…no sabía que hacer…me daba verguenza cancelar tu viaje a última hora después de tantos proyectos que teníamos.

—¿Teníamos? ¿Ya no hay proyectos?

Amit no me miraba a los ojos

—No se qué hacer…Dulce, es muy complicado…he tratado de convencerlos durante todos estos meses, ¡solo Dios sabe cuánto he tratado!…pero son tan obstinados, ¡tan apegados a sus tradiciones!

—¿Y tu opinión no es la que cuenta?

—No puedo llevarles la contraria Dulce, perdoname pero no puedo…tal vez es difícil de entender para tí pero la aprobación de nuestros padres es fundamental en nuestra cultura…pensé que los podría convencer…pensé que sólo necesitaba tiempo…lamentablemente   no hubo manera…

Las lágrimas corrían por mis ojos igual que aquel día que me pidió matrimonio. ¿Qué le pasaba a Amit? ¿Le faltaban cojones? ¿Qué clase de padres obligaban a su hijo a casarse con una mujer que no amaba? ¿Qué clase de hijo aceptaba una sentencia de este tipo?

Me levanté de la mesa antes que llegara la orden. Perdí el apetito… perdí la esperanza. No quise hacer preguntas tontas de las razones de su rechazo, ya que probablemente vendrían acompañadas de más excusas. Amit se levantó y le pedí que no me siguiera…que me dejara sola. Regresé al hotel, pedí servicio a la habitación y seguí durmiendo. No quería despertar nunca de ese mal sueño.

Al dia siguiente Amit llamó temprano y rechacé la llamada. Pedí en la recepción que no me pasaran ninguna llamada. Llamé a la aerolinea y solicité el cambio de vuelo. Ese mismo día me mudé de hotel y me hospedé en uno cercano al aeropuerto. Fue así como no supe más sobre Amit.

Dejé atrás la India con su pobreza humana y con sus indecisiones. Regresé a mi país abatida, derrotada y sin ilusiones. Hoy en día, cinco años después estoy felizmente casada y soy madre de un hermoso niño…solo Dios sabe porqué suceden las cosas…aquella experiencia me enseñó que no debemos empeñarnos en lo que no puede ser, cuando hay que luchar por amor, debe ser entre dos, es imposible hacerlo solo…de lo contrario no existe amor  verdadero.

Palabras de la protagonista:

Me gustaría que este relato fuera mi pequeña aportación para quien se encuentre en circunstancias similares a las que tuve que vivir. Surge de la necesidad de explicarme a mí misma y de poner mi experiencia a disposición de aquellas personas a las que les pueda ser de utilidad. Tal vez después de leerlo, alguien se identifique con las inseguridades que se sienten y puede que vean reflejadas sus propias experiencias, o quizá, su historia haya ido por otros derroteros, pero habrá sido igualmente enriquecedora.

Historia basado en un hecho de la vida real adaptada por:

Lorena Mena© 2013

Ilustraciones:

Lorena Mena

Artículos Relacionados:

Matrimonio arreglado o por amor?

De Chilaquiles y Curries

La Vendedora de Chai

Una Historia al ritmo del Flamenco

La Profesora de Salsa Hindú

El Sari Blanco: Una boda Cristiana en el Sur de la India


Archivado en: Historia Tagged: Historia de amor de la india, relaciones con hindúes Una Triste Historia… Una Triste Historia… Una Triste Historia…

Volver a la Portada de Logo Paperblog