Revista Literatura
“No morirás sin verme” – La chica de los ojos verdes.
Los mensajes instantáneos bombardeaban a los viajeros de la línea circular del metro de Londres.
Ejecutivos vestidos con sus costosos trajes, costeados probablemente por las grandes multinacionales, se integraban con los estudiantes que se bajarían en Oxford Circus, limpiadoras que terminarían fregando tres portales a los privilegiados de Charing Cross y con un par de vagabundos que irían a la entrada de Piccadilly Circus a coger los periódicos con los que resguardarse del frío invernal por la noche.
Y ahí estaba yo, con los auriculares puestos a todo volumen, resistiendo las embestidas de todos aquellos que estaban deseosos de atravesar el torno y montarse rumbo a sus destinos; yo en cambio decidí no formar parte de ese colectivo, ¿acaso no está demasiado visto ser uno más de un grupo?
Los ojos vislumbraban las baldosas del subterráneo con dificultad. De pronto una hoja de mi libreta sobresalió de ésta por el brusco aspaviento de mi brazo. Agarré aquella hoja desprendida y pude leer “Para siempre” y al lado un beso estampado con un pintalabios, y con una mirada desilusionada guardé aquella nota en el bolsillo de mi chaqueta.
Sentado en el frío banco para seis plazas y mientras respiraba el cargado y característico aire del metro londinense me puse a mirar entorno a mí.
Músicos tocando románticas baladas, parejas juntas, niños sonriendo con sus padres, ejecutivos embobados con las fotos de sus parejas… y yo aquí.
El golpe de una anciana para ocupar el estrecho espacio que había entre mí y el administrativo que estaba revisando los últimos balances financieros que tenía que entregar esa mañana, hizo que mi carpeta se desperdigara por todo el andén, incluyendo su foto; el único recuerdo que me quedaba de ella.
Corrí hacia la foto, como si mi vida se fuera en ello arrojando por el suelo aquel trabajo que tenía que entregar en la facultad, y que tantas noches hizo que me quedara hasta muy tarde para acabarlo. Bajé a las vías y me puse a buscar entre todos los papeles que también había tirado al bajar, cogí su foto la besé y aquel tren que no pudo parar, me permitió reunirme con ella.