Revista Literatura

Veintipico

Publicado el 03 diciembre 2009 por Chaimon
Salieron juntos de una especie de universidad privada, Ambos vestidos con esa formalidad que dice mucho menos de lo que se pretende.
Veintipico él.
Veintipico ella.
Él vestía un pantalón azulcito con pliegues muy marcados y que contaban a viva voz, lo bien planchado que estaba. Su camisa blanca impoluta, muy lisa y almidonada. Casi ahorcada dentro del pantalón, que dejaba entrever un campestre cinturón de ¿cuero blanco?
Desconfío un poco de ese material apenas cremita, que simula ser cuero.
Su pelo marrón apenas se separaba de cuero capilar, parecía dibujado. Típico que luego de una virulenta brisa, se lo acomodaba y peinaba con las manos, pero sin darse cuenta que, ni su peinado varió mucho ante el viento, y mucho menos con sus caricias.
Pero esto es algo que nunca me atrevo a descubrirle a una persona. El pelo o el peinado es casi sagrado para uno.
Ella disfrutaba de un pantalón de vestir que transcurría por sus piernas sin pena ni gloria. Daba lo mismo. También llevaba una camisita entallada. Odio el diminutivo, pero no podría describirlo de otro modo. La usaba muy ajustada y dentro del pantalón y su color verde manzana también era un poco nada. Usaba el pelo de un modo que nunca entiendo la causa, se llama media cola creo. Como que queda a mitad de camino de todo. No es sexy, no da ternura, no pasa nada, al menos para mí. Sus zapatos, según su criterio, combinaban; eran verdecitos también.
Salieron sonriendo y conversando, pero tengo la sensación de que intercambiaban palabras porque los obligó el destino. O compartieron el ascensor, o el pasillo. Y como se conocían porque concurrían al mismo curso, hablaban, pero son cosas que uno imagina.
Noté y sólo por ser varón, que él la miraba pensando "pero que linda sos". Más que nada por algunos gestos y miradas. Como que inspeccionaba con sus ojos algo detrás de sus retinas, algo más allá.
Todo lo contrario a ella que parecía pensar que "poco me importás". Pero son prejuicios míos que tengo a cantidades industriales.
En un momento se besaron a modo de despedida circunstancial. El apoyó su mano derecha en su hombro izquierdo; ella cedió su mejilla más bonita y giró su cuello con la suavidad de un cisne, a la vez que torció su boca, como para evitar más contacto que el justo y necesario para ese tipo de saludos.
Se besaron en la mejilla y salieron para lados opuestos, dejando escapar de sus bocas, palabras de salutación por el aire, mientras se alejaban cada uno por su lado y teniendo de frente la calle, el destino.
Él volvió a darse vuelta como para terminar la frase dedicada a ese saludo verbal, o vaya uno a saber que otra cosa que le habría quedado en el tintero.
Pero ella ya estaba totalmente de espalda a él, como asumiendo que nada le había importado esa circunstancia liviana de despedida.
Lo particular es que no dejó de expresar con sus labios eso que quería decirle, pero, si bien comenzó la frase a un volumen normal, sin gritar, fue decreciendo hasta llegar a decibeles infrahumanos. Imperceptibles.
Cuando él retomó la posición corporal de caminar hacia adelante con todo su cuerpo, esbozó una mueca de desazón que nunca voy a olvidar. Infló el pecho, suspiró profundo, tragó saliva y desarmó una especie de sonrisa que asumía que de nada había servido toda la simpatía que a ella le había dedicado en ese instante que la vida le ofrecido.
Sacó unas pocas monedas de su bolsillo y encaró el resto de su día.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Chaimon 2 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta

Revistas