Revista Literatura

ventolera

Publicado el 31 agosto 2010 por Beatrizf
ventoleraEl cartel de cerveza se agita con un chirrido agudo acompañado del ulular del viento entrando por las ventanas. En la radio del coche han avisado de fuertes vientos. Paré en el primer bar de carretera que encontré ante las violentas ráfagas que habían sacudido mi coche. Sería cuestión de pasar allí lo peor del temporal. Al entrar me sorprendió lo cochambroso del lugar, en un extremo de la barra tres individuos mal encarados me miran desde el otro extremo de la desgastada superficie de la barra. Sus vasos están vacíos y, dado el vidrio que se trasluce en sus miradas, deben haber contenido unos buenos lingotazos. En la pared, tras ellos, luce un calendario sin hojas de un año del siglo pasado. Me acerco a la barra y pido una cerveza, un anciano de calva brillante me lo sirve con sonrisa postiza. Pido algo de comer, sólo hay manises. Pues a comer manises, están blandos, a tono con el bar.
Las horas pasan y yo me he apuntado al club de los ojos vidriosos, ya no presto atención al zumbido del viento ni al chirriar del anuncio. Realmente no los oigo, me levanto algo mareado y miro por la polvorienta ventana, ya pasó el vendaval. Pago en la barra, me despido, tropiezo con un perro que está tumbado cerca de la puerta, ni lo había visto. Por fin llego al coche, abro la puerta y al sentarme me planteo, ¿ conduzco o me echo una cabezadita ?.

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