Revista Diario
Volando voy
Publicado el 22 septiembre 2011 por MamenodQué poco me gusta viajar en avión.Sé que esto que acabo de decir no queda nada moderno, eincluso siento ya, detrás del cogote, la sonrisa ladeada de algún glamuroso conocido. Pero que quieres que te diga, por muy cosmopolita que una quiera ser, a míese momentito fatídico en que los motores se revolucionan y el estómagoaprovecha el ascensor para saludar a la garganta, ese ratito las paso canutas. Además,vamos a ser sinceros, rápido será el viaje, pero rollazo…eso lo es un rato.A mí me gusta muchoel AVE. Eso sí que está bien: llegas a la estación con el tiempo justito,enseñas tu billete y ¡ala! a sentarte en un silloncito cómodo, ver una películagratis o relajarte con musiquita, mientras ves pasar de cerca vaquitas pintadascon manchas, tractores recogiendo heno…una delicia, no me digáis que no.Pero el avión…eso no está “pagao”. Vamos, que deberían serellos los que sufragaran con creces elmartirio que nos hacen vivir.En primer lugar al aeropuerto tú no puedes llegar a tu hora.No, ni hablar. Si tienes billete para las once, que dices tú: anda, para nolevantar temprano a los niños…je, je, de eso ni “mijita”, tienes que estar allícomo muy tarde a las nueve por si algo falla, que fallará o si hubiera quefacturar equipaje. Eso ya es un sofocón porque claro, desde que la facturaciónes pagando, ahora todo el mundo quiere llevar una maleta pequeña llamada “equipajede mano”, ¿de mano? Cualquiera la lleva en la mano. Si, esa que llenamos areventar porque con eso del “total para cuatro días”, creemos que todo nos cabeen el hueco de un neceser y al final acabamos acarreando el gel en tarrospequeños, el secador de cabello y hasta una mini plancha si es que vamos a unaboda o a un evento de postín.Así que mientras la azafata, esa del rabillo pintado, noshace poner la maleta en un hueco que nos parece enano, tú vas cruzando los dedos y haces cuenta de quéte saldría mejor, si pagar el coste del porte o dejar allí en la papelera,algunos de los cachivaches que embutiste a presión.Bueno, y eso ya es delante de la puerta de embarque, que nose me olvida que antes he tenido que pasar un control que todavía me tieneatareada con la hebilla del cinturón. Anda que si me echo a la cara al “gili” quele dio por pasar un objeto metálico en el tacón del zapato de esparto, le doyen las espinillas, ya sea terrorista o fakir del circo del sol, que llevo uncuarto de hora volviendo a anudar la cinta que se amarra a la pantorrilla.Si encima vuelas como yo en un vuelecito de saldo, eso ya esla locura. Todo el mundo en su autobús, entrando por la puerta grande y Ryanairal final del pasillo, bajando al trote por una escalera y recorriendo medioaeropuerto tirando de la mano del niño.Y ahora viene lo peor. Si ya yo llevaba el pellizco porqueese miedo lo reconozco innato, ahora me enseñan de cerca ese tubo con alas quetengo que creerme que vuela y me sientan en un sillón, con un cartel delante dela nariz que me va recordando, por si se me olvidara u olvidase, que el trastopuede pegar el “pellejazo” desde siete mil pies de altura y que para eso tienenellos unas mascarillas que bajan del techo, atinando a darle a no sé qué botón,por si acaso tengo ganas de pegarme un chute de oxígeno puro, mientras caigo enpicado a la altura de Albacete.Lo mejor de todo es cuando de pronto, la azafata-chica paratodo se acerca al micrófono y te ofrece jugar al rasca y gana, que ahí es dondeyo me quedo ausente, incrédula ante el momentazo. Aquella pobre chiquilla,vestida de un verde y amarillo que no le sienta nada bien, se convierte en crupierde un bingo flotando sobre las nubes. Puedo juraros a todos que allí no lecompró nadie, a pesar de que ella nos contó, y eso en varios idiomas, que lacausa era inconmensurable, que hacíamos una buena obra para los niños de Irlanda. ¿DeIrlanda, chiquilla? ¿Tiene que ser de Irlanda con lo que tengo yo en mi tierra?Bueno que lo dicho, que entiendo al pobre del Papa cuandobesa el suelo al llegar y que yo, desde luego, por eso del corte, pero vamos quesi no al suelo al piloto, un piquito le hubiera dado más de una vez.