Revista Ilustración

X. ELLOS. Javi andaba en mute.

Publicado el 11 diciembre 2015 por Lasuelta

X. ELLOS. Javi andaba en mute.Javi andaba en mute, a solas con sus pensamientos. Trabajaba absorto. Vivía en un mundo paralelo. Hacía las cosas mecánicamente. No se concentraba, toda su mente la invadía Ana; todo Ana lo inundaba. Y él lo permitía. El mundo gritaba, exigía y él dejaba volar su mente hasta la última frase, hasta aquel aroma, aquella risa contagiosa. Y sonreía para sus adentros. Ana era única, especial, diferente. Podía captar la atención de quien la rodeara, hombre o mujer, joven o viejo. Tenía magia y con su magia ahora le hacía sentir especial a él. Escogido. Diferente. De nuevo.

Aunque supiera que no era cierto. Aun sabiendo que había algo que debía aclarar, resolver, preguntar. Le gustaba esa sensación. Era adictiva.

Se sentaba delante del ordenador y tecleaba mecánicamente los pedidos, respondía los mails, pero su mente paraba a cada coma, se detenía en cada reglón. Y volvía aquella tonta caricia que ella había dejado caer después del café. Aquella respuesta dulce pero traviesa que le había dado. Y le buscaba la interpretación. La giraba. Para acto seguido sacudir su conciencia los pensamientos y reanudar sus deberes.

Aquel jueves, Javi había quedado con Ana y como siempre que tenía que verla, estaba nervioso, no tenía por qué. Pero lo estaba. Qué pensaría de lo que se había puesto. Qué le parecería la camisa. Y cuando ella aparecía se le disipaba la angustia, el ansia. Se relajaba y se olvidaba literalmente del mundo que le rodeaba.

Era como si una inundación de paz, silencio y sentido inundara su existencia.

Él llevaba todo el día pensando en lo que debía preguntarle, pero al verla, pensó: ¿qué es eso que me recomía y debía preguntarle!? No sé, no recuerdo. Está tan guapa, tan divertida, tan ocurrente. Tan ella... no debía ser importante.

Ella enlazaba una ocurrencia con una anécdota, una travesura, con una trastada, una idea con un chiste, sin parar de hablar, de gesticular y de comérselo con los ojos. Él se dejaba. Permitía, escuchaba y se deleitaba.

Ella calló. Terminó su retórica y se le quedó mirando. Giró la cabeza y sonrío.

Y él dijo como escusándose, como justificándose para sí: "es que eres adorable, ¡por Dios!"

Ella parecía saberlo. Le invitó a tomarse la última cerveza, en casa. "Sin alcohol, mi niña" "por supuesto"

Los minutos cayeron, transformándose en horas. No es que no tuviera que irse. Es que no quería. A su lado se sentía niño, vivo. Especial. Ella se acurrucó en el sofá. El tímidamente cogió una manta y la abrigó, se acurrucó tras de ella.

Yacieron abrazados largo rato. Tenía que irse...
Javi la abrazaba por detrás, la cogía y hundía su cabeza entre sus cabellos, alborotados, hechos un lío como ella, con ese olor que le embriagaba.
Silencio.
Un momento que se hizo eterno.
Entonces Ana preguntó;
- ¿Tú me quieres?
- Yo siempre te he querido.
- ¿Hasta dónde?
- Hasta el final.

Y volvió el silencio.
Ninguno de los dos se quería separar, ninguno quería desvanecer ese momento. Llevarse la magia.
Pero finalmente Javi se incorporó besó su frente y se la quedó mirando.
- ¿Qué voy a hacer contigo?
- Quererme.

Asintió y sonrió
Se levantó, buscó su cartera y su móvil.

- Me tengo que ir.
- Lo sé.
Dos besos. Él miraba al suelo, ella a ninguna parte.
Esa soledad elegida pero mal llevada la descolocaba, la trastocaba.

Se cerró la puerta detrás de Javi, se oyó su coche arrancar y permanecer ahí, parecía que le costara irse.
Imaginaciones suyas.

Al fin se oyó irse el coche
Ana se incorporó, se frotó los ojos en un gesto tonto, intentaba recuperar la frescura, apartar la densidad que se apoderaba de sus pensamientos, de sus decisiones, quitarle hierro... Al asunto. A ¿qué asunto? Al meollo que era su vida. Parecía que le molaran los embrollos.
Pero no sabía vivir la vida como los demás sin sobresaltos, sin emoción, sin riesgo.
Ella tenía que sentir. Sentir cada brisa, cada palabra. A veces tenía que encerrarse en casa de lo acusada que tenía la sensibilidad.
En esos momentos la soledad era la única amable compañera, la única que toleraba.
Se lavó los dientes, hizo un pipi, se puso el pijama, se metió en la cama, se arrebujó debajo del edredón y escribió un "gracias" "no me las des, trasto" respondió Javi.

Javi, aún en el coche, se acordó de lo que durante todo el día había estado pensando en preguntarle a Ana:

Quería saber quién era el padre de Anita. El próximo día no se olvidaría.

ELLOS. VOSOTROS. NOSOTROS.

La Suelta.


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