Revista Ilustración

XIII. ELLOS. No me gusta estar enamorado.

Publicado el 22 enero 2016 por Lasuelta

El despertador había sonado tres veces, Laura había salido a trompicones y dejado los niños en el colegio, tenía algunos mails por contestar y chorropotocientas cosas por hacer en casa. Pero antes necesitaba un café. Entró en el Rincón y buscó consciente a Mario, para hablar, reír o distraer sus grises pensamientos.

Buscó su cartera, pensaba que la hubiera perdido... en el último bolsillo del bolso estaba... la dejó sobre la barra.

Salió Mario de la cocina, la vio y sonrió.

  • ¿qué tal Laura? ¿Cómo está la mami más increíble del mundo mundial?
  • Tengo la cabeza llena de cosas que debo hacer sí o sí, esta mañana, o se cae el mundo.
  • Eso no es así. Y lo sabes.

Laura se lo quedó mirando, en realidad deleitándose de como un hombre cómo aquel secaba los vasos del lavavajillas... miró sus brazos fuertes y musculados mientras Mario atendía a otro cliente. Y al rato vino a su lado. Ya se tenían confianza... cierta amistad.

El roce hace al cariño.

  • Mario, ¿tu alguna vez te has enamorado? - le mataba la curiosidad a Laura-
  • No me gusta estar enamorado.
  • ¿Por qué? es muy bonito.
  • ¿Bonito? Te duele la barriga, no piensas bien, andas gilipollas todo el día. No das pie con bola y lo peor de todo es que lo más probable te hagan daño o lo hagas tú. No sé cuál de las dos opciones es peor.
  • No me has contestado. -Mario se la queda mirando y recordando a la vez. Le da una punzada el estómago, se le eriza la piel al recordarla.-
  • Laura, hace daño.
  • ¿por qué? ¿Quién es?
  • No sé nada de ella. Hace demasiado tiempo. Duele. La dejé. Y sé que le hice daño.
  • Y ¿por qué la dejaste? Para no hacerle más daño. No era un buen compañero de viaje. Era malo.
  • Tú no eres malo, Mario.
  • No quería que ella sufriera. Prefería que buscara su felicidad. Que encontrara lo que merecía.
  • Pero eso es una decisión de ella, ¿no crees?
  • Creo que no hacerle daño era una opción.

Se hizo un silencio cálido, se quedaron mirando a los ojos, Laura pensó en quien sería esa niña afortunada, quien sería la persona que había conseguido doblegar a ese lobo, quien había conseguido seducir a ese hombre... la imaginó impresionante y voluptuosa, generosa... pasó de seguir imaginando. Volvió a él.

Él levantó la mirada, se la quedó mirando, como esperando la siguiente pregunta.

  • ¿querrías volver a verla?
  • Creo que tengo miedo, no sabría qué decirle. Yo que no le tengo miedo a nada. Ella era mi todo.
  • ¿era o es? ¿aún la quieres? - Mario se quedó pensando, mirando a través de la ventana, miraba la vida y unos segundos después se giró hacia Laura y:
  • Siempre la querré. Nunca dejaré de quererla. Esté donde esté siempre podrá contar conmigo. Ella es ella. Lo demás ya no importa. Sólo entretengo la vida, porque sé que el amor de mi vida ya pasó de largo.
  • No, no tergiverses las cosas, Mario, tú la dejaste ir.
  • Yo no era suficiente para ella. Ella era demasiada mujer para mí. Era perfecta.
  • ¿Y? ¿qué problema hay? Búscala.
  • Quita, quita. Estoy bien así. Hablando contigo. Acabando a las 17.00. no me ralles la cabeza.
  • Eres un cobarde.
  • Eres una bocazas.
  • Y un rabioso.

Mario se levantó y se fue a preparar algo, a hacer ver que estaba muy liado. Ella se lo quedó mirando, con una punzada de envidia, de rabia. De rebeldía que nunca había tenido, sentido ni exigido en sus propias ambicionas. A ella la vida le había venido dada. No había luchado, peleado, discutido, cuestionado. Las cosas le habían venido así. Y ahora al escuchar la historia de Mario... sentía rabia. Rabia que un amor tan auténtico... se dejara pasar. Cogió su móvil, el bolso y se marchó.

Se olvidó de pagar.

Y se olvidó de la cartera que dejó encima de la barra.

Salía Laura a trompicones del bar. Mirando al suelo... y Mario desde el fondo de la barra, la vio salir... y vio la cartera. Se quedó quieto. No hizo ademán.

Así tendría la excusa para buscarla.

Y para llevarle la cartera.

ELLOS, VOSOTROS, NOSOTROS.

La Suelta.


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