Me quiso más allá de las montañas y las nubes.
Me quiso por encima del cielo y las estrellas.
Me quiso hasta donde mi mirada no alcanzaba.
Lo sé.
Lo sé porque notaba su amor acariciarme.
Sentía cómo alcanzaba hasta el último rincón de mi alma.
Cómo alcanzó las profundidades de mis infiernos.
Y los endulzó.
Llenó mi tormento de ternura.
Tintó de colores mis pesadillas.
Lo sé.
Porque cada gramo de su amor entró en mí.
Me besó los párpados.
Respetó mis arrugas.
Desplegó mis miedos.
Hizo que todos mis sueños se cumplieran.
Y que su abrazo fuera
el océano de paz más inconmensurable.
Me quiso con una lealtad inquebrantable.
Me quiso como quieren los cisnes:
Sin dobleces. Sin condiciones.
Para siempre.
Me quiso.
Hasta donde mis palabras no alcanzan.
El viento, poco más.
Único testigo.
Pero la historia se convirtió en locura.
No pudo cruzar el río.
Alcanzarme.
Salvarme.
Allí se quedó, mirándome.
Amándome.
Y yo sin poder llegar a él.
Y aquel instante,
Eternidad.
Nuestras miradas allí se quedaron.
La locura me lanzó al río.
Sin querer recordar que no sabía nadar.
Me llevó la corriente.
Le perdí de vista.
Pero no dejo de sentir cada noche al acostarme
Ese amor tan tierno que viene a tocarme el pelo
A besarme las pestañas.
A dibujar círculos en mis mejillas
Hasta que me quedo dormida.
Él me acompañará por el resto de mis días.
Pero su mirada ya nunca la tendré conmigo.
Porque aquella historia se la llevó el río.
Sólo las montañas, el cielo y las estrellas guardan nuestro secreto.
Algún día nos volveremos a encontrar, pequeño.
Aunque sean las estrellas nuestra única compañía.