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Los viejos

Publicado el 01 febrero 2012 por Rubydelfino
Desde siempre, los jóvenes hemos sido la casta mierdosa de la sociedad. Somos los culpables de la mitad de desgracias que hay en el Planeta. No sé cómo nos las apañamos, que siempre terminamos como un pobrecillo, hijillo de putilla, que hace lo que le da la gana y más maleducado que Belén Esteban. Es cierto. La gente nos mira mal. Los viejillos nos miran mal. En dos palabras: nos temen. En tres palabras: que les follen.
Los viejosSí, porque ya me cansa y... No sé, igual se debe a una trauma en la infancia, o algo, aunque sinceramente no recuerdo que mis abuelos abusaran de mí. La cuestión es que en mi vida me encontrado con varias señoras que dicen tonterías y con señores que prefieren dedicar sus palabras a las jovenzuelas. Inocentemente, claro. Y yo, que no me corto, pues les digo cosas. Cosas feas. Digo cosas feas a viejos. Mierda. Tengo un problema.Pero todo tiene un porqué. Y en este caso, también. Tengo demostrado que los viejos son tanto o igual de maleducados que los jóvenes. Voy a definirte, para que me entiendas, este tipo de situaciones que yo me he encontrado en determinados momentos de mi vida. Empecemos.
Situación 1: La señora faltosa. Ruby pasea con su madre por la ciudad. Aparece una señora. Es amiga de la madre de Ruby. Conversación típica de senora + conocido joven:
-Uuuuyyyy. Yo te conocí cuando eras así -la frase va acompañada con gesto de mano por la rodilla-.-Ahhhmmm -mirada comprometida y tímida a los lados, con sonrisa de 'intento saber quién es, pero no está funcionando'-. Yo no la recuerdo a usted. (Primera Hostia)-Bueno, sí, pero la última vez que me encontré con tu madre también estabas tú por aquí cerca. Has adelgazado mucho... Antes estabas como mucho más gordo -esto es verídico. La puta señora lanzó un contrataque digno de cualquier experto. Había que aniquilar-.-No más que usted, señora- ¡Zasca! Tocada y hundida. Mi madre me echó mirada asesina, la señora hizo como que se reía y se despidió-. 
Situación 2: Ese señor de la continencia. No soporto ver a señores descuidados que están meando en mitad de la calle a plena luz del día y se hacen los seniles, rollo "uyyy, qué hago aquí...". Descuidados porque... A ver, caballero, lo que usted cree que está pasando es que se está ocultando estupendamente y mantiene una postura elegante. Lo que realmente está pasando es que usted parece mirar a las musarañas mientras media calle ya ha escuchado el geiser que sale de esa verengena con forma de pene que, por cierto, ya hemos visto todos porque se está escondiendo como el culo. Bien, yo esto no lo aguanto y le alzo una voz.
-¡Caballero, va a tallarnos el bordillo...¡ ¡Déjelo bonito al menos! -y ahí es cuando viene el momento 'uuyyy, qué hago aquí...'.
Situación 3: La gacela del Mercadona. Os sonará a tópico, pero sí, yo sufrí la picardía de la Tercera Edad. Los Años Dorados no los llaman por el color del ocaso, no... Otro gallo nos cantaría, entonces. No, no, esto va más allá. Se les llaman así por las medallas que han ganado los viejos al espabilarse. ¡Bueno! Se me coló una vieja en la cola del supermercado, cual gacela cabrona. La cajera, llamémosla Topanga, abre una nueva caja y suelta aquella regla que todo Cristo se pasa por el forro: "pasen en orden por esta caja". En orden... Esta señora estaba en lo más posterior de la cola donde yo estaba. Y me dirigí a la cola recién abierta. De repente escucho unas zapatillas de esparto acercándose rápidamente y... Zasca!! Ya se me había colado la señora, con medio-empujón incluido. Yo me quedé mirando a la cajera. He aquí la conversación:
-He dicho en orden, por favor -dice la cajera con tono condescendiente-.-Estaba yo antes -alza su voz la señora nerviosita-. Que había ido a por detergente que se me había olvidado y me quedé detras -suelta, posteriormente, con dos cojones-.-No se preocupe, señora. Yo tengo más tiempo que usted para esperar -¡Hostiazo! Vamos, a la señora le dio absolutamente igual, se lo pasó por el chichi. Pero yo me sentí apoteósico.
En resumen, yo creo que mis intervenciones están justificadas. Porque muchas veces les sujetamos las puertas y no dicen ni gracias. Les dejamos el paso, y no dicen ni gracias. Nos levantamos para cederles el asiento en el bus (aunque yo soy más de 'limo'), y algunas veces dan las gracias, vale, pero otras no. Eso sí, como echo de menos a mis abuelillos, leñe.

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