Esta fotografía la hice hace dos años en San Sebastían. En cuanto vi al Dalai Lama me dije “no puedo desaprovechar esta oportunidad”. Quién sabe, quizás no vuelva a tener otra ocasión de fotografiar a un monje con este uniforme.
Sin embargo, mi decepción fue al ver la fotografía: estaba horrible. Lo que más destacaba era el horizonte torcido. Después, la vista se iba a la papelera. Y por último, mis queridas motas de polvo en el espejo de la cámara, siempre presentes en los cielos azules. Finalmente, me he puesto a retocarla y tras haber pasado por el garaje de la edición he quedado contento con el resultado. Aunque no es para echar cohetes, porque si examinas a fondo la imagen maquillada se aprecian los arreglos.
Antes:
Despues: