La maquinaría inglesa y alemana que data del siglo pasado (1900 – 1925) empezó a llegar a nuestro país el año de 1928 vía marítima hasta el puerto de Guayaquil para luego ser transportada vía férrea hasta la parroquia de Andrade Marín en pequeñas piezas que poco a poco daban forma a los grandes telares, hilaturas, tintoreras, etc., para luego de cinco años en 1933 entraran en funcionamiento.
La Gerencia de la factoría estuvo a cargo en un comienzo por el Señor Otto Seifert de nacionalidad alemana, también los Técnicos eran de las mas diversas nacionalidades Francés, Italiano, Español, Alemán, Inglés, los mismos que con el pasar del tiempo iban siendo cambiados por otros o regresaban a sus tierras europeas.
Fue notable el cambio comercial de la zona, el nivel económico del sector se estabilizó, en la parroquia marinense empezaron a surgir pequeñas fábricas de carácter familiar dedicadas a la producción del carbón, leña, talabartería, carpintería, incluso se llegó a producir gaseosas embotelladas, jabón de ropa, caramelos, quesos, etc., los mismos que se expendían los días sábados, en la entrada a la fábrica Imbabura en una especie de mercado, pues el sábado era el día en que los trabajadores de la fábrica cobraban sus haberes semanalmente, a las 11H00 en punto de la mañana sonaba la sirena y los trabajadores salían con sus sobres con el salario semanal, tiempo atrás incluso se realizaba una retreta con la banda de Andrade Marín, convirtiéndose el día sábado en una especie de feria, con música, ventas de comida y productos y el pago semanal a los trabajadores. También los días viernes por la tarde 17H00 solían cobrar sus haberes los trabajadores con horario nocturno, en ese entonces el trabajo en la factoría era duro, un grupo trabajaba el horario diurno hasta las 11H00 del Sábado, mientras que el otro grupo trabajaba el horario nocturno y su pago era a las 17H00 del Viernes. Esta época se la denomina como la época de oro según sus ex trabajadores fue desde el año de 1945 a 1950 en los cuales llegó a su mayor auge productivo y contaba con unos 1200 trabajadores los cuales laboraban como ya explicamos a doble jornada.
La vida no siempre tuvo tintes felices en la factoría, cuenta la historia que también hubo hechos como una huelga que duró cerca de 43 días y se desarrollo por el año de 1948, los trabajadores luchaban por una mejora de sueldos y salarios.
Así tras 5 décadas de trabajo en el año 1963, termina el funcionamiento de la fábrica Imbabura con un hecho sangriento, quizá el más trágico de la historia anteña, es así que un grupo de trabajadores proceden a detener al último Técnico el Señor Don Villageliu de nacionalidad española, el mismo que llegó a la fábrica unos años atrás para impulsar la producción de la factoría, pero fue una verdadera lástima, que en vez de mejorar la producción esta se vió terriblemente afectada, telas de baja calidad, hilos malos, etc., la mercadería se abarrotó en las bodegas de la fábrica por mas de 30 millones de sucres, no tuvieron salida al mercado los productos, lo cual redujo los ingresos para poder pagar a los trabajadores, en primera instancia se pidió a los trabajadores, que se recorten las horas de trabajo a 7 con lo cual el salario se rebajó a la miserable suma de 130 sucres por semana, no conformes con esta situación esta primera acta es reemplazada por otra y se la declaró caduca, en la nueva acta se redujo a 6 horas de trabajo. Luego la empresa pide la liquidación de la factoría, aduciendo que hay demasiados trabajadores y con un fuerte capital acumulado en mercaderías; liquidación que fue tramitada por las autoridades de trabajo de la Junta Militar de ese entonces. Gracias al Departamento de Mediación Laboral del Ministerio de Trabajo, la gestión de los trabajadores y la propia Junta Militar; se firma un Acta Transaccional en la cual consta la salida de la mitad de los trabajadores, previa la indemnización de 250.000 sucres. La empresa incumple este pago, produciéndose estos hechos lamentables.
En las gradas de acceso a la fábrica, tras solicitar el pago de sus indemnizaciones y sin llegar a un acuerdo, uno de los empleados en un momento de ira procede a golpear a Villageliu con un garrote a la altura del cerebro y por la espalda lo que ocasiona que el ojo izquierdo del infortunado se desprenda de su cuenca y todo su cuerpo caiga de bruces rodando por las escaleras hasta llegar al piso en medio de mas golpes, patadas, puñetes de todo el conglomerado presente, para posteriormente amarrarlo y atarlo, arrastrando al español desde la fábrica Imbabura hasta la Plaza de Atuntaqui seguido por mas de un centenar de personas entre trabajadores de la fábrica que seguían golpeando al cuerpo ya sin vida y curiosos que se habían dispuesto a presenciar el trágico acontecimiento.
Al llegar a la Plaza ya había sido objeto de aviso la fuerza pública la misma que al llegar al lugar procedió a detener a los cabecillas del asesinato del español, para posteriormente ser puestos a las órdenes de los jueces, mientras que el cadáver fue llevado a Quito para su sepultura.
Este hecho hizo que la fábrica cerrara sus puertas por alrededor de ocho meses y gracias a las gestiones de las autoridades del Cantón, las fuerzas vivas de la ciudad y los trabajadores, se reabre con la mitad de su capacidad.
En el mes de Julio de 1964 los dueños de esta gran empresa, La Industrial Algodonera S.A. con sus fábricas en Ambato y Andrade Marín, se olvidaron de sus trabajadores, de aquellos que forjaron toda su fortuna, dejándoles abandonados, a su propia suerte, en estas circunstancias el Seguro Social interviene para precautelar sus dineros, por concepto de aportes y prestaciones, haciéndose cargo de los bienes inmuebles y parte de la maquinaria con el respectivo embargo.
El Gobierno Nacional, también entra a formar parte de esta empresa, con algunos millones de sucres, entregados para su funcionamiento, con el único objeto de que sus trabajadores no se queden en la desocupación; también se podría considerar a los trabajadores como terceros accionistas, que reclaman sus derechos laborales que van creciendo a medida que transcurre el tiempo. Con este elemento de capital de trabajo se suponía que una Cooperativa de Producción y Mercadeo podría ser la solución, pero no lo fue.
Ante la paralización y la consecuente desocupación de más de seiscientos trabajadores, jefes y sostén de familia; la Junta Militar del Gobierno dicta el Decreto No. 1899 del 18 de Agosto de 1965, que establece que la Caja del Seguro, designe un interventor y proceda a reabrir la fábrica, pague a los trabajadores las indemnizaciones que en el convenio del 15 de Junio de 1965 estipulaba el Seguro Social. Pero este no cumplió.
El 30 de Septiembre de 1965 se dicta el Decreto No 2101 (reformatorio al 1899) que dispone que la Caja del Seguro Social, otorgue a la empresa, propietaria de la fábrica un préstamo de 2´228.000 sucres, para que esta pague las indemnizaciones laborables, pongan en funcionamiento la empresa, concede el plazo de 48 horas para que la empresa acepte el préstamo y previene que de no aceptado, el Ministerio de Trabajo designe un Interventor. Luego de que la empresa se negara el Ministerio de Trabajo designó como interventor al Ing. Rubén Alarcón.
El Ing. Alarcón reabrió la Fábrica con 250 trabajadores en el año de 1966; al año siguiente se termina la materia prima y para que el Gobierno entregue mas materia prima, se procedió a realizar un paro que duró 9 días, en el se corto el tráfico por la Panamericana, el paro movilizo a todas las Instituciones del Cantón, civiles, religiosas, deportivas y pueblo en general. El Gobierno de Otto Arosemena Gómez se vio obligado a entregar 1´000.000 de sucres en bonos de estado, con lo cual se compro algodón. Sigue la intervención del Ing. Alarcón sin dar una solución definitiva a los problemas. Tras de él 7 interventores mas pasaron por la fábrica pero los problemas no se solucionaron.
Así termina la historia de la Fábrica Imbabura en la década de los 80, quedando abandonada durante los años 90; además de ser objeto de un incalculable robo de sus maquinarias o mejor dicho de parte de estas enormes máquinas las mismas que eran de hierro lo cual atrajo a más de un delincuente con la finalidad de hurtar la maquinaria y venderla seguramente a fábricas de fundición de hierro, todo esto por el total abandono de nuestras autoridades hacia un bien inmueble no solamente anteño sino nacional, porque ahí también esta forjado la historia de nuestro querido Ecuador, en esa gente que lucho por su familia, por su terruño, por su patria, pero como suele pasar en nuestro país lo mejor siempre ha sido el olvido y los errores del pasado sepultarlos con la infamia del olvido.
Esta es también parte de la historia del Ecuador, por eso dedico esta pequeña reseña a aquellos niños y niñas sobretodo anteños para que conozcan sus raíces y sepan su verdadera tradición.