Cachetada

Estaba bajando la calle y la encontré hablando con mi mejor amiga. Allí estaba ella con su hermana. Siempre se me parecieron, y eso que soy horrible para sacarle parecidos a la gente. Sabía que no podía ser ella, pero era idéntica. O eso creo. Así que di por hecho que sencillamente lo era y ya.

Su hermana vino a saludarme primero. Estaba eufórica, probablemente como yo mismo hubiera estado si no estuviera inmerso en el shock. Me acerqué a ella y ni me atreví a darle dos besos. Miré a su hermana y también a mi amiga, como si esperara que ellas me dijeran qué coño estaba pasando. La miré y sonreí mientras ella se partía de risa. Creo que ella misma entendía que yo estuviera confundido. Su cara empezó a difuminarse y solo se me ocurrió decirle lo mucho que se parecía a su madre. Ella no me contestó, pero seguía sonriendo.

Entonces pensé que debía explicarme por qué estaba allí y dónde había estado todos estos años. Y al preguntarle, ella miró a través de mí y me dejó atrás cruzando la calle. La vi marcharse sin explicarme nada porque no había nada que explicar.

Desperté y recordé lo duro que es saber que de alguien solo quedan las cenizas. Ni siquiera la esperanza opaca de cruzarnos en un paso de peatones, aunque fuera sin cruzarnos una palabra. Desperté y recordé que todavía no entiendo por qué no podré encontrarte en la parada de guaguas, en la entrada de mi casa, en las fiestas de aquel chico que te lleva en la piel.

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