Revista Diario

Caminando

Publicado el 22 noviembre 2010 por Julio
CaminandoNo sabe dónde se encuentra, por donde camina, lo último que recuerda es haber ido a la cama, llorando, como todas las noches, al menos en el último año, después de que la sucediera, después de que él desapareciera. No encuentra explicación a este nuevo camino, a este nuevo sueño, sólo duerme para olvidar que unas horas más tarde debe despertar, duerme para soñar. Hace rato que las campanas con las que siempre sueña, las que tocan a su entierro ya no se escuchan, su sonido queda atrás, lejano. Es un sueño recurrente que la despierta calmada, relajada, es en el momento que abre los ojos cuando vuelven los fantasmas, la ansiedad porque se siente viva, se siente real, ella quiere estar allí, dentro del sueño, protagonizando el sueño.Extraña la noche que mece sus sueños y pesadillas y la lleva a un bosque oscuro, tenebroso, que ella ve como su hogar, se siente cómoda, no encuentra el recuerdo que la ha llevado hasta allí pero siente paz, se vuelve luminosa y camina erguida, decidida, nunca mira atrás, sólo ve el camino que la lleva a ninguna parte, se deja llevar.Sus ojos son tristes, siempre lo fueron. Las lágrimas no caen por sus mejillas hace mucho tiempo, ya las gastó todas, no hay dolor, aunque últimamente ya no sentía nada, y ese era el problema, dejó de sentir, dejó de vivir. Los días hacían muescas en su piel, cómo si fuese una condenada, encerrada en el mundo. Un mundo que ella no entendía, ni hacía por entenderla, no la pertenecía, ella no pertenecía a él. Un día decidió parar, agotada, se bajó del tren y se sentó a vernos a todos pasar, sin ilusión, sin aliento, sin nada por lo que vivir, menos por ella que se sentía obligada a deambular por calles que no la pertenecían, que nunca amaría. Rostros que olvidaría, palabras que no entendía, que no quería escuchar. Dejó que el tiempo pasara por su cuerpo, la zarandeara, la gritara, pero ella nunca le hizo caso, nunca creyó en él. Sabía que el mundo que hemos construido no era para ella, sentía que estaba aquí erróneamente. Nacer, fue su primer error, siempre lo sintió así, siempre supo que debería acabar todo. La visión de ese bosque, de árboles muertos, agonizantes que flanqueaban su camino hacia allí, el final, era una visión que a ella la traía paz, luz. Sólo era un sueño, las campanas hace mucho tiempo que dejaron de sonar, esa noche nadie iba a ir a su entierro, nadie echaría tierra sobre su tumba mientras ella observaba todo desde lejos, entre las sombras, como una más, desnuda, agazapada. Hoy volvía a ser ella, caminando por un bosque, que extraño cambio, que extraño sueño, era la primera vez que cambiaba las campanas que tocaban a su muerte por un bosque bello, oscuro, lleno de árboles que la hablaban, se lamentaban por tenerla junto a ellos. Seguía caminando, despacio, respirando hondo la nada, el vacío que se encontraba a su alrededor. Era niebla que se colaba entre un bosque, jugando con el viento, convirtiéndose en viento, ligera, suave, una brisa que movía la hierba, la acariciaba. Cada minuto que pasaba ella se sentía más liviana, se elevaba. Ya no mira, tiene los ojos cerrados y el corazón abierto, ahora siente, algo la atraviesa en su plenitud y ella respira, hondo, profundo, abre los brazos e intenta tocar todo, convertiste en todo lo que la rodea. Plena, sonriente la luz la atraviesa, la quiebra y desmenuza en millones de luces que iluminan el bosque, el cielo, sólo su sonrisa a lo lejos, su risa, sólo luz y después nada, lo que ella fue, lo que ella quería ser, nada.Suena el despertador, son las ocho y media, su sonido infernal va en aumento, llenando la habitación. Ella recostada sobre la cama, mantiene la sonrisa que vimos en su sueño, se la ve relajada, feliz, boca arriba, con todo el cabello inundando la almohada, como una medusa, los ojos cerrados, la piel clara, bella, desnuda, quieta, silenciosa. Sigue el despertador, que suena, se hace camino entre tan denso silencio sin que nadie lo haga caso, porque nadie lo apagará, ella ya no está, ya no lo escuchará más, no volverá a escuchar porque no despertará, ha vuelto a su camino, caminando eternamente a ningún lado, por ese bosque que la lleva allí, lejos, donde ella quiere vivir.

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