En casa de mi abuela desayunábamos con un potente toddy -la versión venezolana del Cola Cao-, pero no era la comida más importante del día. Así que cuando me independicé un café negro era lo que rompía con mi ayuno. Nada más. Además, cuando vivíamos en Caracas, el tráfico y la rutina diaria no nos permitía desayunar entre semana, y los fines nos despertábamos tan tarde que pasábamos directo al almuerzo.
Pero Guadalajara ha cambiado todo eso. Nos ha regalado el tiempo justo para poder desayunar todos los días en casa y en el camino he aprendido no sólo la importancia de la primera comida, sino que me deleita ese momento matutino en el que todo comienza a ponerse en movimiento.
Por supuesto, los días de semana las prisas y el sueño no permiten disfrutar con calma del ritual. Pero, el domingo es distinto. El séptimo día está hecho para desayunar en una mesa linda, con un menú que especial, sin prisa ninguna se saborea el café, se disfruta del sol y del canto de los pajaritos que vienen a comer en la pajarera que les hemos preparado.
El domingo hay que tomarse el tiempo para hacer del desayuno algo más que la primera comida del día ¿No les parece? ¿Qué hacen ustedes los domingos: cómo comienzan ese día?
Nuestro menú fue:
- Avena con leche de almendras y un toque de cacao
- Tortilla francesa con un poco de pimentón y tocineta
- Unas mini tostadas de atún, aprovechando una masa que me sobró de la cena de ayer.
- Café para mí y jugo de naranja para él.
Nuestra mesa muy sencilla: unos individuales nuevos de color azul, unas servilletas rojas y Lucrecia, nuestra primera planta que nos ha acompañado desde que llegamos a Guadalajara. Es muy sencillo romper con la rutina del plato sobre la mesa, no tenemos que ser expertas en decoración o tener miles de vajillas para jugar.
Les dejo algunas ideas que conseguí en Pinterest. ¡A reinventar esos desayunos o brunch de domingo y a sonreír el resto del día!
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