La nostalgia ha caducado. Y eso que a veces desayuno y meriendo con ella. Me acompaña a la nevera en las madrugadas de verano. Le he dado mi cariño y mi tiempo, mis besos imaginarios. Pero de un día para otro, la nostalgia también hace daño.
No es infalible ni tan perfecta como la recordamos. A veces la nostalgia es esa herida que apetece rascar y de un momento a otro hacemos sangrar. Y vale, en ocasiones nos desvivimos por desangrarnos.
Ha dejado de ser un antojo vernos por casualidad o que preguntes cómo ha ido todo desde el último puñal. Ahora solo se me antoja recordar lo bueno y lo malo brindando a la sombra de mi balcón. Agarrándole fuerte la mano al amor, sonriéndole a mi amiga, cantando canciones viejas porque me las sé mejor.
La nostalgia. La nostalgia ha caducado. La necesito un poco menos. Y prefiero ser su esclavo solo en los dibujos animados.