El DERECHO A SER IGNORANTEPor: Luis Oswaldo Bernal CorreaHa escuchado alguna vez decir a alguien… …errar es humano…
…el que tienen boca se equivoca…
Hoy es muy frecuente, quizás en demasía, encontrar personas de diferentes clases sociales y dedicadas a las más variadas profesiones y oficios, quienes han hecho suyas, ciertas frases, afirmaciones y posturas que no sólo son lamentables, sino perniciosamente peligrosas en la medida en que extienden una visión del mundo en la que ser ignorante es un derecho.Ser ignorante no es malo ni bueno, porque la ignorancia no es una condición moral como muchos creen. De hecho, la ignorancia es una condición natural de los animales -y nosotros entre ellos- es decir, que la ignorancia no es más que poseer conocimientos parciales sobre la realidad en la que habitamos.Pero hoy es tan frecuente encontrar personas que aman la ignorancia, de hecho, la consideran un privilegio, y tan es así que, desconociendo el significado histórico de la frase socrática “sólo sé que nada sé”, hacen de ella la mejor postura ante la vida y los demás.¿Cuál es el problema con la ignorancia?Defender la ignorancia a ultranza, ha resultado para algunos una manera de ver el mundo y de entenderlo, creyendo de manera religiosa en ello. Por tal motivo, cuando alguien señala a uno de estos nuevos religiosos su estado de “ignorante”, por la ausencia de conocimiento etc., este religioso se siente ofendido y, por ausencia de argumentos, razones o cosas mejores, procede a sacar del cajón de sus frases llamativas que sólo confirman su estado de ignorancia, por ejemplo:Ignorante dice: ¡Ay! No, pues el sabelotodo. ¡Qué haremos con la biblioteca ambulante! ¡Cualquiera se equivoca!Frases que sólo señalan que este tipo de ignorantes, tratan de vivir con saberes aparentes, una vida que se basa en engañar a los demás con artículos de revistas y frases de calendario… saberes aparentes… bastos océanos de conocimiento con un centímetro de profundidad.El problema de fondo no es la ignorancia, ciertamente, no hay nadie que tenga una visión privilegiada de las cosas, o una visión absoluta como la que se atribuye a los Dioses o a Dios; lo que resulta ser nuestra primera certeza, a saber: 1. No existe una persona que tenga visiones, ni conocimientos absolutos sobre la realidad en la que vivimos. Es decir, todos por naturaleza -como ya había señalado- tenemos en la ignorancia una de nuestras condiciones básicas.Sin embargo, esta condición no es estática, ni absoluta, ni invencible. Es decir, que si bien sabemos que somos ignorantes, de nosotros depende definir qué tan ignorantes somos y en qué áreas del conocimiento y la vida nuestra ignorancia se mantiene.El reto de saber másSaber más, es decir, combatir la ignorancia que llevamos dentro, ampliar el mundo y las explicaciones que de él poseemos, así como adquirir nuevas habilidades es una cuestión de gusto y voluntad. Es decir, que difícilmente alguien que ama su estado de ignorancia y lo ha convertido en principio de su vida y su conducta, se dejará seducir y convencer por una buena argumentación. Saber más es una cuestión de gusto, al fin y al cabo que la “[palabra] ‘saber’ proviene del latín sapere y está íntimamente ligado con el término ‘sabor’, pues provienen de la misma raíz; prueba de ello es que “usamos la palabra ‘insípido’ para lo que no tiene sal, y en castellano erudito usamos también la palabra ‘insipiente’ (con ¡S!) para el que no sabe nada” (Vasco, 1996, p. 78). Esta acotación pone de presente que ser ignorante o no, depende en mucho de cómo hayamos sido criados, y cómo fuimos introducidos al mundo de la ciencia, de las letras, al mundo de la cultura, es una cosa de familia y de maestros, es una cosa de todos.El reto, entonces, es ver el mundo con ojos distintos, romper con nuestras tradiciones más cercanas, con nuestros hábitos más arraigados, es romper con la educación natural e intuitiva que no favorecen la CURIOSIDAD Y LA INVESTIGACIÓN.Un mundo sin respuestas fácilesEntre más tiempo una persona mantenga su ignorancia como principio de vida, y no como barrera que se puede superar, más difícil le será cambiar… es algo así como aquel esclavo que nunca ha conocido la libertad, no la añora, no la busca, ni la desea. Ama sus cadenas, ama su prisión y cree que ese es el orden natural de las cosas.Desear saber más, es un principio de vida y una actitud, que no te garantizará llegar a verdades absolutas o verdades últimas, pero que moverá tu mente y tus ideas a lugares más amplios, a mundos desconocidos, a mundos en los que aprenderemos a vivir sin la seguridad de quien está quieto y resguardado en una prisión, conviviremos con las dudas, con las preguntas, con las respuestas; y aprenderemos que –como dice Kant- hay preguntas cuyas respuestas jamás conoceremos porque exceden nuestra capacidad para conocerlas, es decir, conoceremos los límites de la razón.
Así las cosas, muchos prefieren aferrarse a respuestas fijas, explicaciones últimas, creencias que lo resuelven todo, visiones metafísicas del mundo, astrológicas, supersticiosas o religiosas que para todo tienen una respuesta mágica, como dice el principio de Murphy«para toda cuestión difícil existe una respuesta fácil, rápida... y equivocada».La búsqueda del conocimiento, es un camino difícil, en contra de uno mismo, de la cultura de que habitamos, es un camino que abre y amplia nuestro círculo de conocimiento y aleja de nosotros la barrera de la ignorancia. Es sólo una invitación para hacer que nuestra vida sea menos convencional, es una invitación para hacer que nuestros días tengan más sentido que el de respirar por costumbre.Nuestra Segunda CertezaEsa búsqueda de nuevos mundos y nuevas respuestas sólo se inicia cuando empezamos a preguntarnos, y cuando buscamos las respuestas a las preguntas… sólo inicia cuando reconocemos la segunda de las certezas que presento aquí.2. La ignorancia es una barrera invisible y móvil que separa lo que sabemos de lo que no sabemos, y que depende absolutamente de la voluntad que tengamos para alejar dicha barrera de nosotros mismos.Referencias: Vasco, C. E. (1990). Distintas formas de producir conocimiento en la educación popular. Revista La Piragua, 12-13, 77 – 86.