Hace tantos años, que ya nadie recuerda cuando, empezaron a llegar a la Ciudad de Madrid, noticias sobre un gran gigante que vivía en un pequeño monte entre una pequeña aldea y el mar.
En aquellos tiempos los barcos apenas cruzaban el estrecho de Gibraltar, así lo llamaban, el punto por donde se navegaba desde un lugar llamado Algeciras, aunque tal vez si decimos Cádiz os suene a los más mayores haberlo oído nombrar, o incluso hayáis estado en la playa por allí..hasta otro lugar llamado Ceuta.
Preguntad a Papa o Mama, donde están estos lugares, seguro que os asombrareis. Están cada uno en una punta y entre medias dos mares que se funden en un profundo abrazo el mar mediterráneo y el mar atlántico.
Pero !OJo! pertenecen al mismo país.
Pues bien, Como iba diciendo, en aquella época los periódicos eran escasos y la mayor parte de las comunicaciones entre personas eran por teléfono, pero pocas, y lo realmente divertido era escuchar la radio toda la familia juntos.
Así que hubo mucho, tal vez demasiado tiempo en que nadie supo nada del Gigante Botafuegos.
En aquella aldea hoy una gran ciudad, vivían muchos niños como tú, que soñaban todos los días del año con la visita de alguien muy especial cada invierno, cuando el viento soplaba fuerte, muy frío, y a penas había suficiente carbón, o leña en la casa para encender la chimenea.
Sólo entonces el calor del sueño les hacía mantener la ilusión. Cada noche del 5 de enero los reyes magos hacían un largo viaje y en su camino dejaban juguetes a aquellos niños que se habían portado bien.
No soñaban con comida que en aquellos tiempos escaseaba, ¡no! soñaban con un pequeño juguete, de madera posiblemente, de cartón quizás, hecho con cariño con las manos rudas de los reyes, pero que alegraban la vida de aquellos pequeños.
De repente un día se levantaron y no encontraron nada junto al hogar (la chimenea, para los más peques) y el disgusto claro, fue enorme.
No entendían que había podido ocurrir, hasta que salieron a la puerta de sus casas y un poco asustados llamaron a los mayores, algo muy muy malo debía haber ocurrido. El cielo no se veía, el resto de las casas habían desaparecido, ni tan siquiera el mar, sólo sabían que allí estaba por el ruido de las olas al chocar en la bahía.
Los padres enseguida se dieron cuenta de que aquello solo podía ser humo o niebla. Algunas veces había ocurrido el mar y el viento empujaban la niebla, las nubes y era difícil ver nada, pero nunca como aquel día.
Fue un niño pelirrojo con graciosas pecas en las mejillas y ojillos traviesos, quien entonces dijo: huelo a humo mama, es como cuando encendemos la chimenea. ! Fuego hay fuego! gritaron algunos más.
Tardó varios días en desaparecer aquella tremenda humareda y entonces decidieron subir al monte para investigar que había ocurrido realmente allí.
Se llevaron, ¡sí!, una desagradable sorpresa, presas del pánico corrían montaña abajo cuando vieron un gigante, sí, eso es, un gran gigante como el del cuento de las habichuelas mágicas, si no lo conocéis, decid a vuestros papas que os lo lean.
Nadie volvió a subir en mucho tiempo a aquel lugar, pero todos entendieron lo que había ocurrido.
Los niños curiosos se asomaban a ver y pronto descubrieron que era gruñón y desagradable, odiaba la alegría y el ruido y no podía soportar la felicidad en que la aldea se sumía los días de navidad. Cuando estaba cerca el día de Reyes encendía una gran hoguera, prendiéndose la mayor parte del monte, siendo tal la humareda que desprendía que parecía una espesa niebla que cubría el cielo y llegaba hasta el mar.
Las luces de las casas no podían vislumbrarse desde el cielo y los Reyes magos pasaban aquella noche justo encima sin saber que allí había muchos niños esperándoles.
Muchos años después el hijo de aquel niño pelirrojo, decidió que aquello no podía volver a suceder más y se juntaron todos los niños y niñas del lugar, y cogiendo todos los cacharros que encontraron en sus casas, cacerolas, tapas, palos, empezaron a dar golpes y arrastrar todo por el suelo, hicieron tanto ruido que consiguieron asustar y ahuyentar al malvado gigante Botafuegos y desde entonces, ninguna casa de aquella ciudad, volvió a quedarse triste ni decepcionada, recibiendo los juguetes de sus queridos Reyes Magos de Oriente.
María José Luque Fernández.
P.D.: Nos remontamos mucho tiempo atrás, en la España de aldeas, donde la gente vivía de los montes y del mar. Donde la gente pobre sin recursos hacía uso de historias para explicar sucesos o injusticias y terminaban convirtiéndose en leyendas transmitidas de abuelos a nietos. Su origen es una linda leyenda de Algeciras, donde cada cinco de enero los niños preparan latas y cuerdas y salen a la calle a realizar el "Arrastre" mucho ruido para reclamar la atención de los Reyes Magos de Oriente.