Sunny Sun. Edward Hopper (1952)
Lo que llamamos nuestra intimidad no es sino nuestro imaginario mundo, el mundo de nuestras ideas. José Ortega y Gasset (1883-1955).
INTIMIDAD (Del latín intimitas, y esta de intimus, “interior”, superlativo de intus, y este de in, “en”). De todas las definiciones que encontramos extraemos la referencia a lo interior, ya sea en familia, en amistades, o como quiero entenderla hoy, como la zona espiritual y reservada de una persona; la intimidad individual.
Hoy nos toca revisar el estado de nuestra INTIMIDAD, ¿qué entendemos por intimidad? ¿de verdad la tenemos? ¿nos la permiten? ¿nos la respetamos? Hay diversos estudios sobre la necesidad de intimidad y lo que supone mantener un espacio consagrado a la soledad voluntaria. Un espacio donde podamos reflexionar y al disfrute de nuestras aficiones o necesidades de desconexión con el mundo exterior. Es un tema a poner sobre la mesa puesto que el concepto de intimidad ha variado mucho a lo largo de los años.
Hoy día en que las redes sociales dejan expuesto todo lo que nos permitimos publicar, se va haciendo necesaria una revisión algo más que sociológica de lo que entendemos por intimidad. Yo poco puedo aportar sobre una nueva visión o teoría sobre lo íntimo, más que propia experiencia, pero para contextualizar me gustaría recomendar una colección de libros de los maestros George Duby y Phillipe Ariès, Historia de la Vida Privada , cinco volúmenes donde se explica cómo varía la cotidianidad y la manera de vivir lo íntimo a lo largo de los siglos. Sin duda invitan a replantearnos a fondo el estado de nuestra intimidad/privacidad.
Mi INTIMIDAD ¡divino tesoro! estoy luchando por ella con todas mis fuerzas. Hasta hace muy poco estaba siendo un derecho el cual se me había privado, pero no porqué alguien quisiera robármela, fui yo como titular la que la estaba cediendo mediante la falta de decisión y conformismo.
Repaso hacia atrás y veo en mi camino que han habido varias veces en las que se ha puesto en peligro mi intimidad, mi espacio, mi lugar donde expresarme, donde reflexionar.
Primero fue tras marchar de casa de mis padres. No soy la primera persona que pierde su cuarto tras marchar del hogar familiar ni mucho menos, pero el que mi habitación/taller/biblioteca me fuera desposeído a causa de que mis padres, los dos enfermos, hace años que duerman separados, hizo este desvínculo bastante doloroso. Ojalá hubiera sido para poner un gimnasio o un despacho, que es lo más común. Seguro no hubiera dolido tanto. Pero las circunstancias mandan y hay que resignarse. La casa de mis padres será siempre mi casa, aunque me cueste mucho establecerme allí cuando voy a visitarles. De hecho pocas cosas mías quedan, pero lo más importante es que siempre tengo la puerta abierta y me reciben siempre con todo el amor del mundo.
El segundo tropiezo, empezó ya hace unos años esperando un pisito de alquiler social para jóvenes que parecía que no iba a llegar nunca. Dos años fueron esperando a que el siguiente lunes recibiéramos la notificación de la entrega de llaves. Dos años demasiado largos donde no podía encontrar un lugar donde extenderme, donde disfrutar mis tesoros que son mis libros y mis cachivaches de inventora de utopías, donde trasnochar hasta las cinco si me apetecía escribir o pintar. Todas mis cosas me añoraban repartidas entre altillos prohibidos a mi alcance y un trastero a 1okm de mis manos. Pero no quiero ser desagradecida y aunque mi manera de ser diste mucho de la de mis suegros, jamás podré agradecer lo suficiente lo que han hecho por mí, se han portado conmigo como mis segundos padres.
El tercer momento de amenaza de mi intimidad, lo estoy viviendo en el presente. El tan esperado piso de alquiler social para jóvenes se me hace muy pequeño. Siento la necesidad de abrir puertas, tirar paredes y en ocasiones esconderme. Pero no puedo, es imposible esconderte en espacios comunes donde por mucho que intentas ir a la tuya siempre hay unos ojos observándote. Y que conste que en casa se me anima, se me permiten todas mis excentricidades, se me otorga a revolucionar el espacio con mis cacharros, pero mi “yo” no permite explayarse en un lugar tan poco íntimo. Pero al menos estoy consiguiendo que esto ya no me ahogue. Tras mucho, pero mucho diálogo hemos podido pactar la custodia de nuestro espacio. Estar juntos es básico para una pareja, pero saber estar solos y disfrutarlo es necesidad vital, ahora lo es para mí.
Pero ya se ha consensuado bajo régimen de promesa que el próximo habitáculo que alquilemos tendrá como mínimo una habitación para mí, un lugar donde pueda instalar toda la maquinaria que conllevan mis múltiples pasiones: coser, pintar, moldear, leer y escribir… a cualquier hora y si me apetece bajo llave. Esto es crear mi propio planeta, el mundo de mis ideas. No os podéis hacer una idea de cómo ansío ese cambio, aunque suponga dar un paso más a mi pánico a comprometerme al asentamiento.
Así puede explicarse mi escasa frecuencia al publicar, me encantaría poder escribir noche tras noche, pero tengo que estar en soledad. A decir verdad, me estoy dando cuenta que no es una cuestión de propiedad, ni tan siquiera de la propia intimidad sino que se trata IDENTIDAD. Creo que por fin estoy consiguiendo ser yo misma, alejando esas creencias y auto-obligaciones limitadoras que me estaban nublando la personalidad.
Acerca de mi identidad, una amiga, María, me preguntó hace poco por aquí mi nombre. Ante la no respuesta sobre mi verdadero nombre, decidió algo que me gustó mucho. Decidió bautizarme como María, que además me encanta, Quiero aclarar que aunque ni Caronte ni María sean mi verdadero nombre, puedo asegurar que aquí, en mi recién estrenada intimidad pública, soy la yo más auténtica, la de verdad, al menos al 99% y que dentro del anonimato que jugamos en mayor o menor medida aquí, me siento muy arropada y estimada, me siento feliz.
Aquí viene una incongruencia porqué M me ha dicho que tengo que dejar de esconderme, que es algo que he estado haciendo toda la vida; que lo consigo tras mis grandes gafas (las mismas que las del poeta maldito. El Ilusionista dixit), mi pelo largo en la cara, mis ropas anchas presentes en demasiadas capas puesto que siempre tengo frío…Que tengo que dejarme salir, que me tengo que mostrar y dejar de querer ser invisible. Lo estoy intentando poquito a poco publicando a través de la ventana pública de las redes sociales alguna que otra fotografía.
Pero quiero explicar que si me mantengo en anonimato es porqué empecé a escribir como terapia, me gusta llamarlo así. Necesitaba escapar muy lejos, lejos de mí, lejos de lo que me rodeaba porqué todo se había complicado tanto que necesitaba hablar, expresar, gritar!!!. Y de la mejor manera en que lo he hecho siempre ha sido escribiendo. Y como bien se deduce, este mi rincón nace en la intimidad y pervive en ella porqué de la gente que me conoce en persona, sólo muy pocas conocen su existencia y aún menos la dirección para acceder. No quiero que lo lean porqué me robaría mi intimidad, mi espacio, mi medicina. Sólo yo decido a quién abrirle la puerta, es algo que me hace ganar en mi diatriba con la decisión. Los demás me lo respetan porqué hasta ellos mismos dicen que tengo otra cara, que se me ve mucho mejor. Debe ser la cara de la liberación.
Desde aquí me siento capaz de emprender muchas cosas nuevas, de luchar contra mis traumas y obsesiones; porqué aquí me siento libre de poder decir lo que siento y que tanto me cuesta explicar hablando; porqué tomo fuerzas para desitoxicarme de las palabras que algún Caníbal Narcisista me regaló y que tanto me esta costando olvidar. Porqué empiezo a ser YO, y porqué es un trampolín para luchar por seguir siéndolo. Bienvenidos pues a mi planeta.
Gracias.
La pieza de hoy , Arabesque, es una obra de Claude Debussy pero que presento versionada por el compositor japonés Isao Tomita. Esta versión sirvió de cabecera (toda una oda al Surrealismo) a un programa que muchos treintañeros recordarán “Planeta Imaginario”. Si he de poner banda sonora a mi planeta propio, sin duda esta sería la sintonía principal.