Revista Diario
La feria
Publicado el 10 julio 2012 por MamenodMañana comienza la feria en mi tierra.Para mí ha resultado que esta fiesta, como el amor o la amistad, también ha sufrido los cambios propios de la edad por los que he pasado yo misma.El principio de todo lo tengo fresco en la memoria, recorriendo el recinto antiguo con mis padres, con el asombro del ruido y las luces de colores. Olor a churros y sonido de tómbola, sabor a algodón de azúcar y a chocolate caliente.Pero fue un tiempo después, cuando la edad lo permitía, cuando disfruté de verdad de la feria. Fueron noches de casetas, de bailes por sevillana y rebujito, todo confundido como es lógico por aquella alegría que te acompaña cuando el máximo problema acontecido es la asignatura que tuviste que dejar para septiembre y a la que tendrás que enfrentarte la próxima semana, cuando se guarden los farolillos y el traje de volantes que ahora luces con la desfachatez de los veinte años apenas cumplidos.Qué diferente de la etapa madre. ¡Ay! Qué orgullo de niños guapos, vestidos de gitano y de gitana, como decimos por aquí; pero qué sufrimiento de cacharritos gritones, de niños protestando porque no se han montado lo suficiente y de casetas familiares atestadas, donde es imposible hablar por encima de la bocina de la tómbola, de la montaña rusa del dichoso shin chan, la chinita vendiendo flores de luces o el berrinche del niño porque no consentiste en comprarle las susodichas flores. Ahora vivo una etapa diferente, como la misma vida. Mi hija empieza a vivir la feria con sus amigas y el pequeño, que ya son once, es un niño tranquilo al que no le entusiasman esos aparatos de tortura atroces, donde la gracia está en bajarse sin haber vomitado el pinchito que antes cenaste. Este año seguramente toca estar en la caseta pendiente de si la niña viene o va, del “mamá ¿me recoges?” o de ese famoso “¿dónde estás?” que hoy en día es mi frase de entrada cuando se pone al móvil.Supongo que la siguiente etapa, cuando el pequeño también vuele un poco en solitario será más tranquila. Tal vez entonces mi marido y yo retornemos a los amigos y a la “madrugá”, a la feria de la primera juventud cuando no había prisa por volver a casa, cuando no molestaba el albero y yo calzaba zapatillas de esparto. Quizás sea tiempo ya de ver amanecer de nuevo con olor a tierra mojada por la máquina de limpieza y de tomar el primer café del día o el último de la noche, según sea la cuenta que prefieras aplicarte.Y es que al fin y al cabo, todo en la vida es eso, etapas vividas y pasadas que quedan para siempre en el recuerdo. No hay época mala, sólo diferente.Os animo a venir a la feria a los que estéis por aquí. Es un lugar ruidoso, es verdad, pero es un sitio donde volver a la memoria, a los amigos y a la tierra.