Cuando hablamos de escribir la mayoría de sitios donde vayas buscando ideas, trucos o qué hacer para escribir (darle a las palabras un día, y otro, y otro...) hay mil entradas al respecto. De hecho en enero recopilé unas cuantas por aquí. La idea es básica: se trata de trabajar, de teclear a diario. Y en eso estoy de acuerdo, tanto que incluso hablé de las excusas para no escribir.
A estas alturas del año, a día 16 de mayo como estamos, gracias al reto 250 he acumulado un montón de palabras más que interesante: voy por las 53.483 en los 137 días que llevamos de este 2016, sin fallar ni uno solo. Eso es un puñado de minutos diario de continuo, aún más textos escritos, tantas ideas que estoy a punto de acabar el primer cuaderno del año y proyectos, más de los que hubiese pensado en un principio.
[Writeometer, la aplicación que uso para llevar el conteo.]
Cuando se habla de escribir se suele insistir en eso, en producir. Me he aplicado mucho en ese punto, tanto que entre el año pasado y este he escrito como nunca: surgieron poemas que luego acabaron formando un cuaderno poético, cayeron múltiples textos cortos, empecé y terminé un poemario, escribí un ensayo-guía durante el NaNo y ando ahora enredada con una historia, que hacía eones que no me ponía a trabajar en una.
Sobre esta última historia os puedo decir algo: no hay nada como tener una buena idea rondando, cambiar de ambiente y aprovechar para expandir las alas de la imaginación, a ver qué surge. Lo hice sobre todo el pasado 29 de febrero y lo repetí, tras momentos varios por medio de trabajo, el pasado 13 de mayo. Tener una mañana libre, un viaje en tren de cinco horas por delante, el portátil y los auriculares para aislarme me hicieron avanzar una barbaridad en la planificación de la historia, como hacía meses (desde febrero) que no hacía.
[Quién no se inspira con estas vistas, aunque sea bajo la lluvia.]
También se nota el hecho de haberme quitado un proyecto de en medio como es el poemario, tenía la mente mucho más libre. Que aunque una sea más brújula que mapa esta vez quiero tener atados las ideas básicas para que me sea más fácil avanzar. De todas formas no es algo rígido y al milímetro, pero con tener una idea rápida de "en este capítulo pasarán X e Y" ya me basta para tirar del hilo y escribir.
Pero claro, cuando se habla de escribir a veces se olvida o no se trata la segunda parte del tema: corregir. Y si encima no paras de producir y producir llega un momento en que te desbordan los textos y ninguno está lo suficientemente terminado (cosas de un primer borrador) como para que vean la luz. Es cuando llega el momento de quizás no seguir escribiendo tanto, bajar el ritmo y dedicar más tiempo a coger esas producciones y trabajar en ellas.
Se habla de planificar el tiempo para escribir, pero creo que es igual de importante planificar el tiempo para corregir y así optimizarlo. A una primera lectura, para ver el conjunto de la obra en sí, hay que sumarle sucesivas lecturas de las distintas partes donde encontrar los fallos. Y sugiero centrarnos cada vez en algo diferente, además de ser lógicos: de nada sirve corregir las faltas de ortografía y de puntuación si luego, por ejemplo, tenemos que cambiar un par de capítulos enteros porque en la corrección de estilo nos damos cuenta que ralentizan la historia o no tienen nada que ver con lo que queremos contar. No sería tampoco una opción a descartar que toque reescribir el texto, así que paciencia ante todo.
Ahora mismo, en mi caso, estoy sumergida en la primera parte de este proceso. Con la lectura inicial de Páginas de Metáforas, mi poemario, me he dado cuenta que para poder optimizar la corrección y poder compaginarla en condiciones con mis obligaciones no literarias (estudios, el congreso de salud mental que sigo) debo ponerme un mínimo diario. Tengo en mente algunos cambios importantes que quiero hacerle, algunas mejoras que creo que le sentarán bien.
No tengo prisa. Tardé un año y casi cinco meses en escribirlo, ¿cómo voy a tener la versión definitiva en una semana o en un mes? Para empezar lo he dejado reposar casi un mes para poder verlo con un poco de perspectiva y no con el calor de haber puesto el último punto, que con la euforia no se ven bien los fallos. Ahora me toca releer en intensidad, profundidad, pensar en los posibles fallos y cómo solucionarlos, comprobar si el orden es correcto, la corrección ortotipográfica (que será profunda, Scrivener no me pone las tildes) y un montón de lecturas más hasta que me sepa lo que he escrito casi mejor que mis propios apuntes de la oposición.
El proceso creativo son dos partes importantes. Cuando hablo de escribir incluyo la planificación y, por supuesto, la creación en sí del texto. Pero la segunda, la corrección, es igual de vital que la primera y a veces se puede olvidar que sin ella el proceso no está terminado. No se puede ir rápido cuando es el momento de pulir, limar asperezas y perfeccionar. Y tan imprescindible es producir y terminar, no parar de crear, como luego trabajar en dicho material hasta tener un resultado más que aceptable.
Es que, directamente, el proceso creativo estaría cojo y manco sin la corrección, así que compensa más que de sobra que entre tanta vorágine de palabras dedique un rato diario a ver qué he escrito y cómo puedo mejorarlo. Eso es también parte de la escritura.