Revista Diario

Muerte entre palabras

Publicado el 28 marzo 2011 por Julio
Muerte entre palabrasUna taza de té con nuez moscada y limón, la luz de dos lámparas antiguas herencia de su abuela y que extrañamente tienen más vida que todos los electrodomésticos que ha ido comprando durante sus últimos años, los pantalones del último pijama que le compró su recién desaparecida mujer, las zapatillas de cuadros, cómodas y calentitas, una bata deshilachada porque lleva con él toda la vida, de color granate y con la primera letra de su apellido bordada en el bolsillo, una S que a diferencia de la bata luce en todo su esplendor de un dorado brillante. La cajita con los cigarros, el papel, el mechero y la piedra de hachís que reposa junto a los cogollos de marihuana, todo bien colocado sobre el escritorio, al lado del ordenador portátil y unas cuantas hojas llenas de borrones, tachones y letras ilegibles. Ese era su pequeño ritual de todas las noches, justo antes de las doce, lo había convertido en una manía antes de comenzar a escribir la que ya es su séptima novela. En cuanto el reloj del salón daba las doce, Santiago se sentaba  frente al ordenador, daba la tecla de encendido y cogía el mando del equipo de música, lo encendía inundando todo el espacio de delicadas piezas de piano que un día tocaron las manos de su mujer. Cogía un cigarro y liaba un porro, no estaba enganchado, era el único que se fumaba, pero siempre a la misma hora. Hoy solo quiere marihuana, tras la primera calada, aguanta el humo en sus pulmones hasta que siente el burbujeo, el grito de auxilio del cuerpo que se queda sin oxígeno pero cada vez más relajado. Abre el documento donde guarda el escrito, relee las últimas páginas y comienza a escribir. En un principio ni sabe que es lo que escribe, el efecto de la maría no le deja diferenciar lo que quiere escribir con lo que realmente escribe, eso le gusta, además escribe sobre lo mismo, no es un escritor famoso por sus libros, sino que ha hecho famoso a su protagonista, el mismo policía que resuelve casos en todos los libros. Casi es automático, realmente escribe lo mismo en cada libro, lo que cambia son los paisajes y los nombres, pero eso es lo que le gusta a la gente y aunque no es famoso, la venta de sus libros le ha llevado a una posición económica que nunca soñó tenerla y que le ha facilitado varios lujos, como el escribir de noche y dormir por la mañana, se siente más cómo así, pensando que el mundo ha muerto y él poco a poco, lo va reconstruyendo entre volutas de humo.

Jorge camina despacio, no sabe que es lo que sigue pero un pálpito le ha hecho llegar a este parque inhóspito, la niebla cubre el horizonte y el ruido de las hojas secas bajo la presión de sus pies dibujan un paisaje tenebroso. Siente que a lo lejos….-Para Santiago, tengo frío, llévame a casa, aquí ya no hay nada que hacer. -Pero… ¿Quién ha dicho eso?-Parece mentira que tú me hayas creado y nunca te hubieras imaginado mi voz, soy yo Jorge.-Pero… Eso no puede ser, no eres real.-Jajaja ¿Cómo que no soy real? Soy tu único amigo y me niegas, estoy cansado Santiago, muchos años juntos y nunca me he quejado de nada.-Santiago, hoy lo que has fumado te ha sentado muy mal. Se levanta muy confuso, ha sido una experiencia muy extraña, lo explica como los efectos del porro que se ha fumado, contrariado, se dirige a la cocina y se hace un café, se sale de la rutina, pero hoy algo extraño ya la ha roto. Se relaja mientras espera que la cafetera comience con su vapores a avisarle que está listo, no quiere pensar en lo que acaba de vivir, es una alucinación y como tal, no debe alimentarla. Una vez despejado se dirige de nuevo al escritorio y comprueba que todo lo que acaba de escribir está borrado y en su lugar está otra trama que él no ha escrito. Jorge, en vez de estar en la calle se encuentra dormido placidamente en su cama, no entiende nada y comprueba las notas de las hojas desperdigadas por todos lados, en ellas verifica que en ningún momento tenía pensado escribir lo que está escrito. Borra letra por letra hasta que otra vez la misma voz:-Otra vez tú, Santiago, me has despertado.-¿Cómo que te he despertado, si ni siquiera te he puesto a dormir?-¡Oye! Que no eres mi madre, yo se ir a la cama solo.-No quiero decir eso, digo que yo no he escrito que estás durmiendo, tenías que estar camino de casa de Gloria y descubrirla con Iván, su amante.-No Santiago, te he dicho que no voy a ir, no me apetece, estoy viejo, hace frío y el cansancio no  deja moverme. No me muevo de aquí.-¿Cómo que no? Yo te he creado…, espera, no puedo estar discutiendo contigo esto, no puede ser, me estoy volviendo loco. Jorge sigue dormido, el caso se está complicando, piensa que puede ser la primera vez que necesite ayuda….-¡Eh! Para, eso no lo estoy escribiendo yo.-Santiago por favor, déjame dormir y no seas pesado ¿Cuántos años llevamos juntos? ¿Veinte?-Veinticuatro para ser exactos, seis novelas, una serie de televisión y una película que yo, repito, yo he escrito. -Pues por eso Santiago, ¿no estás ya cansado de pelear con editores y productores? ¿Por qué no acabamos con esto? Merecemos descansar, yo ya no tengo ganas de seguir resolviendo casos, yo solo quiero descansar.-Pero… ¿Qué quieres decir, que te mate?-Te lo repito, no eres real.-Entonces ¿por qué sigues hablando conmigo?-Porque tú me hablas.-Y tú Santiago, ¿No estás cansado de la vida?-Bueno yo…-Tú mujer nos ha abandonado hace apenas unos meses, estás solo porque no tuvisteis hijos ya que tú estabas todo el día ocupado escribiéndome lo mismo una y otra vez, no sales de casa, no tienes amigos, tu única afición es hacerme correr por todos esos sitios grises en busca del mismo asesino una y otra vez, Santiago, ¿Por qué no acabamos con todo?-Yo, yo… yo no podría, si te pierdo a ti, lo pierdo todo.-Pues eso Santiago, te lo repito, ¿Por qué no acabamos con todo, con nosotros?-¿Qué? ¿Quieres que nos matemos los dos?-¡Mírate! Eres un viejo acabado, drogado, que vive de noche porque no se quiere ni cruzar con la asistenta que le ayuda con las cosas de la casa, no te relacionas con nadie más que contigo y por ende conmigo, porque yo soy tú, y si yo estoy cansado es porque tú ya no puedes más, ¿lo entiendes?-Tiene sentido.-Pues eso, ¿qué hacemos?-Tú sigue durmiendo que lo pienso.-Gracias Santiago, si no lo haces, al menos déjame dormido unos días.Santiago, convencido de lo que ha hablado con Jorge, se sienta en el sofá y piensa en el fin de los dos, para ello lo que tiene que hacer es seguir escribiendo la novela, que vaya a morir no quiere decir que no cumpla con el plazo dado por la editorial, pero lo tendrá que seguir haciendo en un cuaderno, debe dejar dormir a Jorge, se lo ha prometido. Tras dos noches acabando deprisa el final del que ha sido su único amigo en la vida, se da cuenta que no ha pensado en su final, pero no duda, será un clásico, con pastillas.-Jorge despierta, ya está. Bueno, espera, se me olvidaba.Jorge tras unas horas reparadoras de sueño abre los ojos y encuentra la habitación tan vacía como la había dejado. -Hola Santiago, espero que me despiertes para darme buenas noticias.-Te despierto para que me acompañes, me he tomado el frasco de estas pastillas, son mis últimas horas.-Bien hecho Santiago, por fin podrás descansar. ¿Y yo?-Tranquilo, ya he escrito tu final, en cuanto empiece a sentirme mal te vuelvo a dejar dormido y en cuanto impriman la novela vivirás tu última aventura, te adelanto que no tendrás que hacer mucho y  no sufres.-Genial, si pudiera llorar lo haría.A la mañana siguiente, Gloria, la asistenta de Santiago entra como todos los días puntual a la casa, despacio y sin hacer ruido, para no despertarlo ya que siempre que ella llega él está durmiendo, casi nunca se han cruzado, hasta hoy que lo encuentra tirado en el teclado del ordenador,  se extraña ya que  es la primera vez que lo ve en ese estado. Sin hacer ruido se dirige a la cocina y se coloca la ropa de trabajo, entra en el salón y susurrando se va acercando poco a poco a Santiago. Al no hallar respuesta se asusta y le toca, está frío, el miedo la paraliza hasta que con pocas fuerzas y menos ganas se agacha para poder ver mejor el rostro de su jefe, comprende que no está dormido y llama a urgencias.La policía en el registro de la habitación ve claramente las señales del suicidio, la botella de ginebra, el frasco de pastillas vacío, las colillas de porro que llenan el cenicero, cientos de páginas en blanco, la foto de su mujer y en la pantalla el cursor parpadeando sobre una hoja completamente en blanco tras dos palabras, solo dos palabras en toda la habitación:Somos libres_
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