Se resiste el final. Es como si supiera el papel lo poco que falta y se negara a terminarse, a que llegue al última página y ponga fin a este proyecto. Puedo acariciar ya lo que me queda y disfrutar con el resultado. Puedo leer con perspectiva lo que tengo escrito y sentirme orgullosa, aún a pesar de que me faltan las evidentes correcciones y revisiones que tocan. Queda trabajo, pero falta cada vez menos para el punto final.
Queda muy poco ya para que vea la luz esta pieza tan sensible. Porque lo es, sin duda.
Me desborda lo que me encantaría contar de mis Flores, pero aún no es el momento para que hable abiertamente de ellas. Detalles, lo que ha habido detrás, el proceso... Son tantas cosas y tanto de lo que hablar, tanto que transmitir... Está suponiendo un trabajo muy satisfactorio en todos los planos.
Cuánto tiempo hacía que no disfrutaba tanto con un proceso creativo. Cuánto tiempo desde la última vez que me limité solo a que las palabras creciesen en mí y dejarlas salir sin filtro sobre el folio, como un grifo abierto.
Qué poco falta. Qué poco. Qué corto se me ha hecho esto. Cómo me voy a emocionar cuando llegue el momento y diga: "ya está, lo hice".
Aún queda, pero lo (pre)siento.
