Revista Literatura

Ohjra-Rro (I)

Publicado el 24 septiembre 2013 por Benymen @escritorcarbon

Comienzo aquí un nuevo relato en serie (sí, soy consciente de que tengo más de una entrega pendiente de Artemisa, en breves la tendréis) en el que voy a tratar de explorar un género que me apasiona y que encuentro muy difícil de manejar: la fantasía. Me lo voy a tomar con calma, sin demasiada ambición, va a ser un ejercicio de mejora así que espero que perdonéis los muchos fallos y meteduras de pata que cometa. Ni qué decir tiene que las críticas son siempre bien recibidas y que me ayudan a seguir aprendiendo y mejorando. Sin más preámbulos os dejo con la primera entrega de Ohjra-Rro.

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Nadie en el mundo manejaba con tanta pericia letal la Ohjra como los habitantes del Desfiladero Azul. El arma, a medio camino entre un sable y una navaja común, parecía bailar en la mano de los mortales guerreros del clan mientras la utilizaban como una prolongación natural de su cuerpo. Llevaba casi dos décadas el transitar todo el camino del Ohjra-Rro, el camino del guerrero, y no todos los que lo empezaban sobrevivían al aprendizaje. Ser un guerrero del clan era un gran honor, si, pero era ante todo un sacrificio.

Tuch acababa de cumplir diez años y ante él se abrían las dos posibilidades que todo joven Cli-Ne se encontraba al alcanzar la primera década de vida. Al convertirse en miembro de pleno derecho del clan, un Cli-Ne decidía entre dos caminos: por un lado podía tratar de convertirse en un Ohjra-Rro, con todos los riesgos que ello conllevaba, o podía centrarse en las tareas de gestión y gobierno, ser un Birn-Teh. En el clan no había nadie mejor que nadie.

El día empezó como otro cualquiera, como si el universo no se hubiera dado cuenta de lo especial que era aquel momento para Tuch. El joven tuvo un agrio despertar cuando sus dos hermanos mayores, Trogh y Triveth, vaciaron sobre él un cubo lleno de agua helada. Tuch saltó del camastro de paja en el que dormía y trató de vengarse de sus hermanos en vano, ya que ambos eran mucho más corpulentos y contaban con casi siete años de entrenamiento de Ohjra-Rro. No, el pequeño Tuch no podía hacer nada más que no fuera gritar y agitar el puño amenazadoramente. Después de que Trogh y Triveth se hubieron divertido lo suficiente, abrazaron con fuerza a su hermano y le ayudaron a vestirse con las tradicionales ropas ceremoniales que Tuch vestiría por primera y última vez a lo largo de aquel día.

El hogar en el que vivían los tres hermanos estaba más vacío de lo que lo había estado en el pasado. Memh, la madre, había muerto al dar a luz a Tritah, una niña enfermiza que falleció también a la temprana edad de cinco años. Mitboh, el cabeza de familia, era un respetado Ohjra-Rro y como tal pasaba largas temporadas fuera del poblado, protegiéndolo de las peligrosas incursiones que los Hombres Gusano, ancestrales enemigos, llevaban a cabo de cuando en cuando. Era una vida solitaria, pero los tres jóvenes se apoyaban mutuamente y se daban todo el afecto que no podían conseguir por las vías habituales. Esa mañana, Tuch echó de menos la reconfortante presencia de su madre, quizás ella lo habría ayudado a elegir qué camino tomar. Ohjra-Rro o Birn-Teh, Tuch no lo tenía nada claro.


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