Hoy se ha dado cuenta de algo que la ha dejado más fría de lo que ya estaba, hace mucho que no sonríe y cada día va encogiendo, se hace más pequeña. Lo ha notado al mirarse en el espejo que tiene en el pasillo de su casa, de su jaula. Para verse ha tenido que ponerse de puntillas y es cuando lo ha descubierto, esta encogiendo, se hace pequeña. Intentando recordar la última vez que ha sonreído, un miedo real, un terror inmenso se ha apoderado de su cuerpo, brotando en forma de lágrimas negras en sus ojos, surcando profundas huellas en su demacrado y castigado rostro. Ahora esta sola, por eso se permite el lujo de llorar. A veces se olvida de ella, camina silenciosa, esperando que venga , siempre olvidándose que le siente venir pero no ve cuando llega. Frente a él, ella se convierte en un agujero negro que absorbe todo el miedo que él expulsa en forma de rabia e ira contenida. No sólo de golpes ella se esta marchitando, el miedo a que esas palabras afiladas que brotan de los labios del hombre que alguna vez amó con locura, la arañen la piel, penetrando en las entrañas hasta clavarse en el corazón. Ese dolor, esas heridas son las que más miedo la traen, porque poco a poco van creciendo, convirtiéndose en una costra que envuelve su corazón, haciéndolo más frío, puro hielo.Revisa que todo este limpio, la comida en su punto, siempre mirando atrás, sobre el hombro, asustándose de las sombras, de los ruidos. Su casa es un museo de silencio cuando se encuentra sola, hasta su propia voz la asusta. Hace mucho que no escucha su verdadera voz, la perdió en días que ahora recuerda como barrancos, oscuros abismos que se llevaron trozos de su corazón. Su mundo se reduce al pequeño espacio que queda entre su cuerpo y el cuerpo de él, en ese pequeño trozo habita el miedo, el terror más profundo y real que nadie ha sentido, pero ella no puede ver más allá, ha quedado encerrada en esa minúscula jaula, incluso cuando él no está siente que vive ahí, esperando que una mano, una mirada o una palabra vuelva a quebrar su piel, su cuerpo, su vida. Es la vergüenza la que no la deja avanzar, se mira en el espejo, cada día se odia más, por permitirlo, por no hacer nada, porque ya no se quiere, no puede quererse y se hace pequeña, cada segundo de esta vida que ella llama condena encoge. Esta desapareciendo mientras el mundo la mira de reojo, sabe que existe y nadie lanza una cuerda para que pueda trepar, salir del profundo abismo que hace tanto tiempo se tragó sus ilusiones, sus sueños, su personalidad, su vida.Ella sabe que hacerse pequeña es lo que él desea, la quiere así, para que ya no pueda protestar, para poderla coger entre sus manos y encerrarla en una nueva jaula. Deja de ser, ya no existe aunque siga respirando, sólo espera que ese miedo la devore por completo y acabe todo sufrimiento, mientras sus huesos siguen temblando, su mirada se sigue quebrando y su vida se va haciendo más pequeña. Encerrada, observándonos entre los barrotes de esa cárcel oscura, de las manos que la traen el dolor y la hacen invisible, pequeña.