Hola. Supongo que estarás durmiendo. Espero que tengas el teléfono en silencio. O bueno, si lo vas a leer ahora, a lo mejor hace que duermas mejor.
Te escribo para pedirte perdón. Sé que te sentó mal que aquel día no fuéramos a desayunar juntos. Querías verme y yo te dije que no iba a ir. Sé que no me vas a creer, pero yo también quería verte. Por eso te pido perdón.
Te pido perdón por aquella vez que te hice creer que no me alegraba por estar contigo. Lo siento. La verdad es que lo único que me dibuja una sonrisa en estas tripas enmarañadas son los momentos que paso a tu lado.
Lo siento de verdad por aquel mensaje que tardé en contestar. Creías que no quería hablar contigo, pero lo cierto es que no quería hablar con nadie. La verdad es que en aquel momento tener el móvil dos segundos en la mano me daba ganas de vomitar. Mi cabeza daba vueltas y no pude escribirte.
Perdona de verdad, porque ahora no te apetecerá leer nada de esto, pero si no te escribo ahora, quizás no consiga dormir hasta las tres o cuatro de la mañana. Sí, yo también tengo sueño, pero eso mi cuerpo no lo entiende. Solo duermo por puro agotamiento, pero apenas para descansar.
Estoy seguro de que nos lo hubiéramos pasado de miedo en esas vacaciones que planeaste, pero aquella semana no sabía si iba a poder estar más de diez minutos en un coche y no quise arruinar tus planes. ¡Qué guapa estabas en las fotos! Y eso que no las saqué yo.
Perdóname, porque en ningún caso hacerte daño estaba en mis planes. Pero… ¡ya ves! Tú no tienes culpa de nada. No tienes la culpa de que el lunes por la mañana no quisiera salir de la cama o de que el viernes por la noche rompiera a llorar antes de darme una ducha. Esto no tiene que ver contigo.
Pero, perdón. Tampoco tiene que ver conmigo. No me quiero regodear demasiado en esto, pero mientras creías que estaba pasando de ti, dejando de quererte, colocándote en otro lugar menos importante, yo solo estaba preocupándome de que mañana no fuera otro día igual al de hoy.
Estaba intentando cuidarme un poco, dejando todo de lado, porque, quizás, si yo estaba mejor, podía seguir estando para todo el mundo. Sí, porque tú que en el fondo eres casi el centro de mi universo, no eres ni la décima parte de lo que me exige el mundo. Y el mundo pesa. ¡Joder cómo pesa! Y a lo mejor, solo a lo mejor, si cada uno se dedicara un minuto al día a estar bien consigo mismo, entre todos el mundo pesaría menos.
Porque perdón, pero yo con el mundo no puedo. Perdón por disculparme, porque probablemente no debería por esto. Pero puede que te haga sentir mejor si te digo que no es culpa nuestra.
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