Se acurruca en el regazo de su familia de bien. Duerme todo el día sin saber qué hora es. Sale a tomar el sol sin cuestionarse quién es o quién deja de ser.
Un hombre loco por obra del azar puso fin a todas sus vidas como quien recorte un papel con tijeras de punta redondeada. Y en medio de su ignorancia sabe que todo va mal en este mundo de animales.
Mira a todos lados con el miedo en la nariz, con la ausencia de las caricias en su espalda y el susto de los petardos en los oídos.
De repente le habían convertido en un abandonado salvaje y nadie se paraba a mirarle. Todas aquellas vidas rotas en un giro de ciento ochenta grados y sus gritos apagados tras el escándalo no conseguían escapar del caos mientras retrocedía asustado.
Era al menos un hombre loco que no había puesto los ojos en todo lo que estaba rompiendo en aquel momento. Y cientos de hombres atemorizados sin saber juzgar lo que estaba sucediendo.
Ladrando a solas cuando algunos hombres locos decidieron ponerle la vida en blanco y negro. Y la muerte, caprichosa, nos cambió la vida por completo.
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