Sería más fácil tener el alma de piedra y caramelo. Sería más sencillo construir paredes cuando hay que ser estricto, ser dulce y reconfortante cuando lo necesites.
Sería más simple ser inmune a la rabia, a la ira, al insulto, al error pasional y firme en las decisiones. Sería más cómodo fluir y comprender, divertir y reconciliar, regalar e ilusionar.
Sería más sencillo y es sencillamente complicado. Estamos condenados a la vulnerabilidad, contratados a la rigidez, destinados a la felicidad y antojados de sanación.
Con el alma de caramelo y aún pidiéndole ser de piedra. La vida tan dulce y las circunstancias tan duras. El matiz tan elegante, la comparación tan delicada, un caramelo de cristal reconfortante y peligroso. Una ingeniería del dulce tan primitiva y cuidadosa.
Tan frágil el alma que si cae al piso se rompe en mil pedazos mínimos, afilados y peligrosos. No necesitan excusas ni motivos para hacer daño, solo paciencia y curas. Siempre con cuidado por no haber una ciencia exacta. Siempre con cuidado porque nadie sabe guardar el equilibrio entre piedra y caramelo.
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