Como ya comenté en una entrada de hace un par de semanas, tenéis los comentarios del blog y del Facebook abiertos para que me dejéis sugerencias sobre qué os gustaría que hablara antes de que empiece el NaNo el próximo 1 de noviembre. No me parecía lógico arrancar de la nada, sobre todo para los recién llegados, así que hice antes de nada un recopilatorio de todo lo que he venido posteando sobre el tema en el blog, que no es poco. Os recomiendo que le echéis un ojo, que va cargadito de enlaces.
Dicho lo cual, paso ya a lo que es esta entrada en sí: las sugerencias. Sandra me dejó un comentario con un par de preguntas bastante interesantes: "¿Qué sensación se te queda cuando terminas el reto? ¿Y cuando no?" Para contestar esto voy a hacer un breve resumen de mi experiencia en el NaNo, puesto que he vivido ambos casos en circunstancias diferentes.
Llevo participando desde 2011 y, de hecho, ahora que hago memoria y lo pienso un poco, casi que vinieron de la mano el descubrimiento de este reto literario y apuntarme a su web con la apertura del blog (juro que no estoy obsesionada, fue casual). En todo este tiempo he participado todos los años.
El primero, ese 2011, fue el único que hice de forma más libre, sin obligaciones ese mes, y no conseguí superarlo. La sensación que se me quedó fue bastante amarga: tenía tiempo y nada mejor que hacer, ¿por qué no lo había aprovechado? Aún así, conseguí fundirme algo más de diez mil palabras de escritura de Proyecto Armonía y sé que retomaré esa historia en un futuro. Para algo me curré todo ese verano una documentación y la creación de un universo, aunque sea con otra estructura diferente pienso sacarlo adelante.
A partir de 2012 noviembre ha sido un mes duro, durísimo, en plena recta final de estudio para el examen EIR, así que no ha vuelto a ser lo mismo. Escribir se convirtió en el rato libre para despejarse y ese año participé con otro proyecto, Páginas de Crónicas. De lo que había planificado a lo que me estaba saliendo había una galaxia de distancia, así tirando por lo bajo, y me estaba dando cuenta que la historia no me funcionaba. Fui una cobarde que lo dejó a las nueve mil palabras y me sentí mal durante una temporada. A día de hoy pienso que esa historia necesitaba mucho más trabajo detrás y era normal que no saliese, lo raro hubiese sido lo contrario.
En 2013 también estaba con el EIR liada, pero esa vez tenía un aliciente llamado reto 365. Había pasado desde el uno de enero todo el año escribiendo a diario, aunque fuesen unas líneas, así que el hábito lo tenía más que hecho. A base de lo que había estado haciendo a lo largo de todo el año, esto es, de escribir a diario, solo que con textos más largos, conseguí por primera vez acabar el reto: 50093 palabras según el contador de la web al validar el texto. La sensación que tuve fue de euforia, de sentir que había conseguido con ese mes de esfuerzo continuar con mi rutina de escritura diaria y, además, había conseguido llegar a la meta anual que me había propuesto el 1 de enero y, además, esos días me dejaron con bastante material sobre el que trabajar, para publicar o para futuros proyectos. La mejor experiencia, sin duda.
El año pasado, en 2014, no tenía pensado participar, me decía a mi misma aquello de que tocaba centrarse en los estudios, etc. Pero como mi reto favorito que es, al final me acabé animando, eso sí, usando el mes para preparar uno de los proyectos en que he trabajado este 2015, Páginas de Metáforas. De antemano sabía que no iba a llegar ni por asomo a las cincuenta mil, así que, cuando a mediados de mes me vi con suficiente material entre manos decidí darlo por concluido. Muy productivo, con sus algo más de veinte mil palabras y una etiqueta en LiveJournal donde fui subiendo pensamientos cortos que iban surgiendo mientras: nanothoughts. No llegué tampoco a sentirme demasiado frustrada por no haberlo conseguido porque ya lo tenía asumido y los estudios me reclamaban demasiada atención, así que me lo tomé con bastante filosofía. Creo que también tenía aún la sobredosis de felicidad que da terminar un proyecto literario recientemente, en este caso Páginas de Flores pocos días antes de empezar el NaNo.
Así que, en mi caso, he sentido la euforia de haberlo conseguido, la sensación maravillosa de que el reto que te has puesto lo has conquistado, y también he tenido el bajón consecuente de coger esto con ganas y que no hubiese manera, que el reto me hubiese vencido. En algunos casos por las circunstancias, en otros por el teto en sí, pero lo que sí he visto que cada vez escribo más y con más seguridad.
Este año volveré a participar, esta vez con un nuevo proyecto titulado Dx: Síntomas. Me conozco demasiado bien y sé que si intento evitarlo voy a estar dándole vueltas a la cabeza mientras estudio y no voy a rendir. Prefiero dedicarle un rato al día de tecleo y desfogarme, la verdad. ¿Conseguiré llegar a las cincuenta mil y agrandar un poco más la lista de NaNos conseguidos o cuando llegue a las treinta y cinco mil me dará el agobio pre-examen y tendré que dejarlo? Pronto lo veremos.
Sigue abierto el buzón de sugerencias. ¿De qué os gustaría que hablara la semana que viene, a escasos días del comienzo? Dejadme todas vuestras dudas o comentarios, puesto que a partir del 1 el protagonista exclusivo será el reto en sí y lo que vaya haciendo o no, por motivos obvios.