Ha llamado el cartero a la puerta para hacerme firmar sus recibos. Ha escuchado la música y me he dicho sonriente que me veía feliz hoy. Me ha hecho darme cuenta de que lo estaba y que no le había prestado importancia.
Cerré la puerta y bailé con tontería pensando en lo maravilloso que era que otra persona se hubiera dado cuenta antes que yo. Y canté hasta las canciones tristes sin personas en mi cabeza. Solo el placer inmortal de saber que detrás de cada letra hubo y habrá motivos para darle significado, que hoy solo son recuerdos y esperanzas que ni duelen ni empapan.
Y es que las sonrisas las vendemos caras cuando las creemos escasas. Y hoy que los precios bajan, el sol me pide no quedarme en casa.
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