Revista Literatura

Silencio

Publicado el 28 junio 2014 por Caronte Moratalla @AsolascnCaronte
SILENCIO

Vilhelm Hammershøi, Interior, Strandgade 30, 1908.

 SILENCIO (Del lat. silentĭum). Entendemos el silencio como la ausencia de voz o de ruido. El silencio puede entenderse dentro de muchos campos como el del derecho o el administrativo cada uno con su significación precisa. Pero también aparece en el lenguaje de la música o en el militar. Podríamos hablar de múltiples tipos de silencios; hay cantidad de locuciones adverbiales y verbales (en silencio; guardar silencio; imponer silencio; pasar en silencio; romper el silencio) que nos indican actuaciones que nos harían considerar el valor que tiene el silencio, nuestros silencios. Algo que tiene el silencio como muy pocas cosas en esta vida es que es tan caro como a su vez es completamente gratuito. Y es que el silencio que más cerca tenemos es el de la circunstancia de no hablar las personas, dando fruto a multitud de respuestas imaginarias que la gran mayoría de veces no son más que un reflejo de lo que nos gusta pensar o deducir.

Ha pasado bastante tiempo desde mi última aparición. Quizá el período más largo que he dejado pasar entre entradas, pero es que he estado pensando mucho, escogiendo como romper mis silencios, eligiendo bien sobre qué escribir y regalándome paciencia porque necesitaba tomarme un tiempo para sanar pensamientos y dejar paso a lo nuevo. Me he estado ocupando de despertar proyectos estancados y de guardar recuerdos en el cajón de los secretos. Por fin creo que puedo empezar a decir que estoy escribiendo como pasión y ya no como una necesidad terapéutica de ultra desahogo.

Pero también me he estado habituando de nuevo al silencio. He escrito bastante aquí sobre la importancia que tiene el poder hablar, el saberse comunicar. Pero ahora me estoy dando cuenta de que es igual de necesario acostumbrarse al silencio, a resignarse a él. Tomaremos entonces la callada por respuesta sin permitir que la suposición, líder máxima de la confusión y del malentendido se adueñe de la imaginación. Y es que es tan fácil suponer lo que los otros piensan cuando no hablan que empezamos una amalgama de razones de por qué se ha cometido ese atentado de silencio. Nos sentimos libres de imaginar lo que piensan o creen las demás personas, pero nunca sabremos la verdadera razón que les ha llevado a regalarnos su silencio. Nunca, si no tenemos el valor de preguntar. Con sólo preguntar nos ahorraríamos tantos disgustos…

Pero no lo hacemos. Para personas curiosas, como me considero, es una batalla a lidiar cada día. Por suerte ( o no) también me considero consumidora de discreción, por lo que muchas veces dejo al tiempo que me traiga sus respuestas. Pero casi siempre la impaciencia reta y no queda más remedio que ahogarse en la curiosidad. Creo que mi miedo a meter la pata puede más que el fisgoneo.

Me quedan tantas cosas que saber… me quedan tantas explicaciones que pedir… y que dar…

Sufro de silencio, pero también lo estoy entendiendo, o al menos no pienso dar más importancia a los artífices de esos silencios, al contrario, espero poder traducir constructivamente la ausencia de palabras sin caer en el resentimiento. No me pienso permitir caer en la suposición equivocada. Es algo que no merece nadie, empezando por mí misma.

Quiero pensar que también se puede disfrutar del silencio. Éste nos invita a la reflexión, nos lleva a la intimidad y nos hace contemplativos. Hay también silencios sonoros como los del metro cuando vas leyendo y que nada ni nadie puede romper ese momento de concentración. Silencios productivos y devoradores de tiempo como los de la biblioteca. A mí personalmente me vuelan las horas en ellas. Silencios impacientes como los de la música: sabes que es una buena canción cuando de repente se para, te quedas con ganas de más y de golpe emerge ese riff que te pone los pelos de punta.

Pero el silencio también es un concepto lleno de paradojas y de incongruencias. Cuando somos niños, se nos manda muchas veces guardar silencio. La chica de Piel de Papel tiene su propia experiencia con el silencio. Me confesó una vez un detalle estremecedor sobre su infancia: cuando tenía unos tres añitos de repente dejó de hablar con todo el mundo, a excepción de sus papás. No habló con nadie más que con ellos y algún primito hasta los once años. No puedo imaginar lo sola e incomprendida que debió sentirse todo ese tiempo sin hablar con nadie. Y aunque ella lo recuerda como un período de aprendizaje y esmera observación, todavía faltaría mucho para que se diera cuenta la mella que hizo eso en su personalidad.  Aprendería mucho de los adultos, sí, pero también me cuenta sobre el rechazo de todos por ella, que si parecía tonta, que si se merece una torta, que si te soborno por una palabra…las palizas en la escuela por no querer hablar, las veces que llamaban a papá y mamá por su comportamiento inadecuado, que estuvieran a punto de expulsarla por no encajar en un colegio normal… no creo que fuera grata experiencia para una niña tan sola. Suerte de sus papás que siempre intentaron entenderla, y gracias a Blanca su psicóloga y a su maestra Carmen que fue quien consiguió que comenzara a hablar en clase, pudo sobreponerse a su silencio.  Ella también comenta que algo que la hizo sentir muy grande y fuerte fue cuando nació su hermana, tenía entonces una muy buena razón para gritar felicidad y reñir a quien se pasase con su pequeñaja.  

Hablo de paradojas e incongruencias porqué si de niños nos imponen silencio, de adultos nos callamos muchas veces, casi siempre por el miedo. Profesionalmente nos callamos por miedo a que se nos juzgue de pretenciosos y las consecuencias que pueda traer decir la tuya. En la amistad o en la pareja nos callamos por temor al rechazo y a quedarnos solos. Pero más grave es el silencio personal que nos imponemos cuando no nos valoramos lo suficiente.  Esto es lo que podríamos considerar como el sufrir en silencio.

De imponer silencio habla también la R.A.E. como aquella acción de reprimir una pasión. Debe significar la intención que tenemos muchas veces de hacer desaparecer aquellas cosas o aquellos quienes que hemos decidido hacer prescindibles de nuestra memoria. Es un acto cruel y que todos cometemos alguna vez, como si no hiciera falta tener sangre fría para ello. Los entregamos al recuerdo, como si bastase callarlos y callarnos, no hacer más mención de ellos para que hacer como si no hubieran existido nunca. Pues tendré que poner mi sangre a enfriar, a ver si aprendo de una vez a transformar pensamientos en recuerdos.

 Muchas Gracias.

 La canción de hoy responde a un grupo de los que estableces una relación de amor-silencio, silencio-amor. Esta canción, una de mis favoritas.

 Radiohead. No Surprises.


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