Su mundo.............un cuento para todos niños y mayores.

Un niño miraba a través de la ventana, en su mirada había luz, brillaban sus pupilas mientras la sonrisa asomaba a su rostro.
Vagaba su mente, no estaba allí....
La ventana estaba abierta  de par en par a su mundo, cerrada por el frío de la mañana cuando llegado el otoño, el viento veloz avanza y la fina lluvia empapa, aunque no impide el paseo.
Una melodía sonaba suavemente en el bosque mientras caminaba por aquel sendero, la paz inundaba el lugar, sólo la algarabía de los pájaros que saludan al día en su comienzo osaban interrumpirla.
Un camino de hojas color ocre cubría la tierra húmeda aun del rocío de la mañana.
Salvajes le parecían las hojas, le esperaban, él lo sabía,  sus sonrisas  se desataron y cubrieron como si de un manto se tratará, abrazando cálidamente el silencio.
Los hoyuelos de sus mejillas se hicieron inmensos, picara mirada cuyo pensamiento se imagina. Montones de hojas listas para ser pataleadas, pisadas, lanzadas al viento.
Crujen, se descolocan, vuelan, danzan sin más mientras como campanillas resuenan sus carcajadas.
El bosque se inquieta, no es un sueño, el silencio se apaga, se ilumina la vida.
Todos despiertan con prudencia  observan despacio en la distancia mientras el muchacho corretea.  Las nubes le echan carreras, galopan a su vera. Desde el cielo él le observa.
Las ramas casi desnudas de algunos árboles recobran  el sentido.
Vuelven a soñar con el abrazo consentido de un polluelo en estallido. Sentir su gozo, es como el calor del verano aún siendo otoño.
El viejo castaño se estremece,  siente nostalgia de aquellos momentos en que reptando subían hasta su rama más alta, los chavales.
Desde donde su fruto, castañas, se convertía en un juego. Lanzadas con cuidado, furtivamente escondido, asustaba a los caminantes, amigos, conocidos o simplemente al camino.
Danza de nuevo la vida, la inocencia buscada,  aquella que siempre queda en las almas rendidas, momentos.
La jineta corretea entre las hojas desperdigadas, se para con sigilo muy cerca, le  mira y ante un movimiento suyo, huye despavorida.
Él recuerda perfectamente  su nombre, pero el sólo quiere saber que su padre, le llama “Nano” es más que suficiente,  no le inquietan las nubes, le gusta perderse en ellas, entre sus sombras y sus formas, allí nadie le vigila, nada le perturba.  Ambos caminan juntos.
Crujen las ramas bajo sus pies, mientras despacio se acerca para intentar apresar aquella mariposa que aletea junto a la roca  grande, aquella desde dónde le gustaba lanzarse en los brazos de su padre.
Se ensancha el camino, resuena el agua, con fuerza, cascadas que acompañan las risotadas.Sin prisas, sin pausas, el muchacho avanza hacia la laguna, buscando un lugar por donde cruzarla.
Después de unos momentos de ojear ávidamente encuentra una barca, ¡¡Qué suerte!! ¡¡Montemos padre!! Vayamos a la otra orilla.Sin darse cuenta, papa corre y vuela y antes de que él se acerque, a remadas fuertes y seguros con sus brazos, fortaleza sentida en el corazón de padre, le lleva.
Su sonrisa va en aumento, su corazón se desboca, felicidad sentida de vivir aquellos momentos.
Vamos padre, busquemos bellotas, miremos a ver si están los ciervos pastando en la pradera.
Sin pensarlo siquiera, se internan en la espesura, mientras entre las sombras les observan los animalesdel bosque, La ardilla vuela de una rama a otra, las piñas tocan el suelo después de ser agredidas, por afilados dientes, buscando alimento, piñones.¡
¡¡Ummm! mira papa aún quedan piñones. ¿Partimos algunos?, venga vamos, así descansas un poco, te noto cansado.
No hijo, no estoy cansado, es que ya los años cuentan los pasos de otra manera, pero avanzo tranquilo a tu vera, mi niño. Gracias por cuidarme.
Papa, yo siempre lo haré, Te quiero lo sabes, verdad. Claro “Nano”.
Continuaron el paseo con los ojos muy abiertos, los oídos pendientes de cualquier susurro.El viento a veces traicionero traía rumores sordos, ecos vacíos, parecían la berrea del ciervo en el otoño, más sólo eran murmullos del bosque en el otoño.
En la sombra cobijado bajo la encina un ciervo pastaba tranquilo, miro al cielo, clamo su dicha, y sonó  su grito. Bramido….. Los cuernos eran muy muy grandes, pero no había signos de lucha.
Anduvieron un poco más y a lo lejos entre los brillos del sol en el atardecer, los vieron, peleando, palas que se embisten y a veces se destruyen, buscan al mejor para ser el dueño del mundo.
Nano miraba tranquilo la escena, mientras su padre embelesado le contemplaba a él, claro, a Nano……
No podía pensar en la vida sin él, sin esos momentos llenos de magia.
Era momento de retornar, pues la luz tenue avanzaba ya.

Una sombra cubrió el cielo, inmensa, colosal……….Era el águila imperial, sin duda buscaba algún conejo con el que el hambre saciar.
Nano se agacho, se sobresaltó quizás, pero papa sonrió y el miedo pasó.
El fresco llego de las mochilas papa saco el forro polar, imprescindible en las tardes de otoño en los bosques, y continuaron caminar.
El brillo de sus pupilas era cada vez más intenso, el de ambos, padre e hijo en perfecta comunión.Sin prisa pero sin pausa, caminaron de vuelta hacía la cabaña. Dejaron atrás sus huellas, cubiertas por las hojas del otoño, el camino quedaba oculto a la vista del caminante.

La luna andaba ya serena buscando de poquito a poco su lugar, cielo vestido de malvas, amarillos, naranjas, la vida se apaga. Las estrellas lucen buscando ser las más brillantes.
La luna no se preocupa no hay nadie más hermosa.Nano, también lo pensaba. Le encantaba tumbarse en la arena de la playa junto a su padre, especialmente los días de luna llena, y contemplar tranquila, serenamente su belleza.
Su padre le contaba historias, pues es un escribidor, persona que relata con sensibilidad, no sólo cuentos o leyendas, no relatos inventados, hace poesía la vida. Momentos.
A Nano le gustaba acercarse cuando se cansaba de estudiar y curioseaba tras el hombro de papa sus letras. Él le aconsejaba, le daba su acertada opinión. Ya sabemos que los niños sinceros son.Su padre a veces sin paciencia le mandaba a estudiar, pero terminaba sonriendo, por qué su luz era él.
Era momento de salir del bosque, mientras de la mano caminaban, a ratos charlando, a veces riendo, en otros momentos el silencio lo cubría todo.
Papa se paró en seco, un ruido, experto trovador del bosque, escucho raudo y veloz el sonido de la serpiente, culebra viperina que avanzaba entre las hojas amontonadas en el camino.
Zigzagueante buscaba un lugar donde refugiarse, ¿Quién andaba más asustado?  La serpiente o Nano….
Nano observaba su piel, áspera, de color verde, sus escamas, aquellos ojos…. La verdad, no le parecían que algo tan delgado pudiera dar miedo…………
Continuaron camino pero con precaución, más por no molestar a la serpiente, echaron los pasos hacía un ladito, un poco más hacía la derecha.
Ya estaban cerca cuando Nano sintió sed, así cogió la cantimplora que llevaba en su mochila y bebió, le ofreció a su padre, que acepto con una gran sonrisa.
Aquella tarde estaba siendo maravillosa, momentos para atesorar en el alma, como decía el padre de Nano que era poeta.

Nano comentó que mama andaría ya preocupada,
pues apenas quedaba luz en el camino, y mama era un poco asustadiza.
Aligeraron el paso y enseguida vieron a lo lejos, en el camino la cabaña.
La noche era ya cerrada, aunque la luna creciente reflejaba en el camino un pequeño halo de claridad.
Él seguía allí junto a la ventana, abierta de par en par a su mundo……………………..
Un mundo de recuerdos, de anhelos, de miedos y de sombras, un mundo pincelado con suaves caricias para él y su padre.
Una voz sonó a sus espaldas… Nano, ven a cenar, se hace tarde, ya escribiste el cuento para el colegio. Dime hijo ¿De que trata……………………?

Nano miro a su padre, con una amplia sonrisa y empezó a llenar su estómago hambriento de sensaciones y emociones.
Papa, es nuestra historia……………..
 lLetras de Marijose Luque Fernández.#SonrisasdeCamaleón.  #LosCuentos de Noe. #sumundo  #otoñoFotografías de la red, serán retiradas si lo solicita el autor.