María
Se ha levantado como todos los días, a las seis de la mañana, ha salido de puntillas de la habitación atravesando la oscuridad de esa hora sin apenas respirar, no quería despertar a Miguel. Se ha dirigido a la habitación de su hijo Jesús y al abrir la persiana de la ventana ha respirado profundamente antes de ver los árboles envueltos en una espesa niebla, le han devuelto el buenos días. Se ha sentado en la cama de su hijo y ha mirado las fotos colgadas en la pared, hace mucho tiempo que no lo ve, los problemas con su padre lo alejaron de su casa y ella quedó en medio, en tierra de nadie, sufriendo las dos distancias. Ha ido al baño, se ha duchado y antes de limpiar el vaho del espejo ha mirado su rostro desfigurado, así ha sido siempre su vida, borrosa, nunca ha disfrutado de nada, siempre con miedo. Ha bajado al primer piso, tranquila, el silencio de la casa es su único compañero, ha salido por la puerta de la calle y se ha dado cuenta que durante la noche ha llovido con fuerza, estropeando todas las flores de su jardín. Otro día se hubiera puesto de mal humor y acto seguido lo arreglaría todo, pero hoy le da igual, es un paisaje acorde a sus pensamientos.Ha entrado en la cocina y buscado una cajetilla de tabaco que tiene guardada en el cajón de los manteles, oficialmente lleva sin fumar tres años, pero de vez en cuando un cigarro le alegra las mañanas, siempre escondida, hasta de sí misma, sentada viendo el amanecer por la ventana de su lado. Mira el horizonte, un verde campo que se extiende más allá de su vista, pero hoy no la emociona ese trozo de libertad que se permite todos los días. Hoy la niebla ha venido a acortar la cárcel, hoy se siente en una burbuja rodeada de humo.Ha puesto una lavadora, ha recogido el salón, fregado los suelos, limpiado el polvo, planchado las sábanas, todo antes de encender la cafetera, hoy no necesita de la cafeína para activarse, hoy tiene fuerzas para comerse el mundo.Se ha vuelto a sentar en el mismo lugar de la cocina y ha mirado el reloj más tiempo de lo que él le ha dicho, son las ocho de la mañana, su marido se despertará en una hora y querrá el desayuno puesto en la mesa.Ha cogido varios folios de papel y una pluma que hace años no usa, la ha mirado con añoranza, era de su hijo, una de las pocas cosas que se dejó, ella lo ha guardado como un tesoro.Esbozando una pequeña sonrisa regada por pequeñas lágrimas que caen acompasadas por los segundos de esta mañana eterna, ha empezado a escribir muy concentrada palabras que describen ese momento, describiendo cómo los rayos luchan por llegar a su ventana atravesando una espesa niebla, niebla que no sólo vive en el exterior, sino dentro de sus ojos. En silencio, siempre en silencio ha continuado la extensa carta. Cuando ha acabado, ha sacado la cafetera y la ha puesto al fuego, ha exprimido las naranjas y preparado las tostadas.Cada minuto que pasa se siente más liberada, hoy preparar el desayuno está siendo divertido, tanto que ha puesto la radio, olvidando el miedo a que él se despierte, ha subido el volumen y ha comenzado a bailar mientras hace las cosas, se siente joven, pero como todo en su vida, ese sentimiento llega tarde, o en el mejor de los momentos, intenta dar respuesta a esa pregunta, pero vuelven los fantasmas a su cabeza, para aplacarlos, sube el volumen de la radio, hace tanto que nadie la invita a bailar…Las nueve de la mañana, el estruendoso despertador alza la voz por encima de la música, aunque hoy se siente más liberada que nunca, el miedo se apodera otra vez de su cuerpo y rápido apaga la radio y prepara la mesa. Vuelve el silencio.
Miguel
Suena el despertador, de un manotazo lo apaga y abre los ojos sintiendo la oscuridad que todavía invade la casa. Se queda cinco minutos mirando el techo, con la mente en blanco, después, grita:-¡María! ¿Qué haces que las persianas aún están bajadas?Cuando María sube las persianas comprueba que empieza a llover en el exterior, algo que lo pone de mal humor. De una zancada se levanta de la cama y se dirige al baño. Al salir, encuentra todo en silencio y le molesta.-¡María! Ven a limpiar el baño que lo tienes hecho una mierda. Siempre hay que decirte todo. No aprendes. Se pone un pantalón vaquero y una camisa azul, al pasar por la habitación de su hijo ha cerrado de un portazo la puerta y ha refunfuñado algo entre dientes, tan inaudible que ni él mismo sabe lo que ha dicho.Ha bajado las escaleras y al oler el desayuno se ha olvidado del enfado con su mujer, de la puerta de su hijo y de que ella estuviera hurgando, otra vez, entre las cosas de ese hijo suyo.Se ha sentado sin decir palabra, María es como un fantasma, invisible, ni siquiera le ha mirado en todo el rato que lleva despierto. De un trago se ha bebido el zumo de naranja que estaba más amargo que nunca.-¡Joder María! Te he dicho miles de veces que cuando el zumo esté amargo le eches un poco de azúcar, anda, ponme el café y pásame el mando de la televisión.Ha seguido desayunando tranquilamente mientras ve las noticias deportivas, ignorando por completo a María que desde un rincón ve la escena con una mueca en su cara, entre sonrisa y pavor, sus manos la tiemblan.Ha comenzado a sentirse mal, además de repente ha comenzado a tener sueño, ha apagado la tele y ha mirado por primera vez a María, le ha visto sonreír y se ha puesto furioso, ha intentado levantarse de la silla y no ha podido, todo comienza a darl vueltas y unos fuertes pinchazos en el estómago han hecho que se retuerza de dolor. En apenas unos segundos ha caído con un golpe seco estampándose la cara con la mesa, tirando el resto de café que poco a poco, formando un hilillo le va cayendo en la pierna derecha, sus ojos siguen mirando a María, que más sonriente que nunca, se ha dirigido al cajón donde guarda la cajetilla de tabaco y ha encendido otro cigarro.-El último, te lo aseguro.Mientras ve como Miguel deja de respirar poco a poco, se ha sentado en la silla de enfrente y lentamente te ha fumado el cigarro, no ha dicho nada, solo saborea la nicotina y el momento. Del mismo cajón del tabaco, ha sacado una pistola y en cuanto se ha asegurado que su marido está muerto, sin lágrimas, sin miedo, se ha metido la pistola en la boca y apuntando hacia arriba, ha mirado la fotografía de su hijo que esta mañana ha vuelto a colgar en su sitio y ha apretado el gatillo.Ha vuelto el silencio absoluto a la casa, llevaba años sin visitarla, los gritos nunca le hicieron hueco. La niebla ha ido abandonando el campo poco a poco, permitiendo que el sol ilumine la cara de felicidad de María. Todo está muy bonito, nadie diría que ha sido una mañana más con niebla.