Si tu cuerpo es la ley y mis manos la sentencia, que sea perpetua. Que sea de muerte. Hasta el final.
Si puedo leer tus piernas, en braille y en latín, si son mis diez mandamientos con tus tenis de vestir, que se acabe el mundo en el punto y aparte que remite al empezar.
Si la pasión ha de vestir de rojo, dime por qué la ley son tus tenis verdes. Dímelo sin disculparte demasiado. Que pido explicaciones, pero me sobran las excusas para inventarme unos cuantos pretextos.
Debiera ser la ley y decreto nacional. Que tu cuerpo en zapatillas sea mi final.