Revista Diario

Sobre las vegas

Publicado el 22 abril 2018 por Anamarinosa
Las Vegas es como Benidorm, pero a lo bestia. Todo a lo grande, que hasta tiene trenecitos y escaleras mecánicas para ir de un hotel a otro, porque se pusieron a construir en mitad del desierto y como todo está muy pegado pues parece que está muy cerca, pero no. Echas a andar y nunca llegas a ningún sitio.
Las Vegas es un poco muy cutre, pero hay que verlo. Tiene ese rancio rancio español de los años 60 que te fascina pero que no lo pondrías ni en tu casa, y por eso es como es: tiene poco más de dos millones de habitantes y recibe cuarenta y siete millones de turistas al año. No se pagan impuestos estatales (sí los federales) y el coste de la vida es muy barato. Es una calle muy larga en mitad del desierto, señores, en mitad del desierto.
Y es que venga hoteles, venga luces, venga musiquitas. Venga tías semidesnudas, venga cafés mucho más caros que en nuestra zona, venga gente. Venga precios absurdos, venga comidas gratis de repente, venga una pirámide con una estatua dentro. Se salvó la visita al Museo del Neón, ese sitio al que van a morir las lucecitas cuando ya no valen para que la gente gaste más.
Las Vegas es ese sitio en el que te montas en un Uber y la conductora te cuenta que antes vivía en la calle pero que ahora se ha enamorado, y que su novio está en libertad condicional. Que ella sabe que ya no se va a meter en líos, pero que está muy enamorada y tiene miedo. Y tú le dices que se esté tranquila, que si es amor de verdad triunfará, que cuando es amor verdadero se sabe. Te descojonas disimuladamente al bajarte del coche, porque la ves muy sentida y te da no sé qué.
O compartes otro Uber con un matrimonio de unos ochenta años medio loco, y la mujer en mitad del viaje empieza a preguntar que dónde está su copa. Te descojonas otra vez disimuladamente cuando el marido le dice que hoy no ha salido de casa con ninguna copa, y acto seguido te pregunta por Cataluña. Ahí es cuando te descojonas menos.
Mi Jorge y yo lo flipamos un poco, la verdad. Porque tenemos mundo y solo apostamos dos dólares, pero se ve claro que eso está pensado para que te dejes cuanto más dinero mejor, que siempre gana la banca. Perdimos los dos dólares.
Mi Jorge tenía ganas de ir, qué le vamos a hacer.

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